viernes, 19 de junio de 2015

Los Misterios de Jesus Documental

El pueblo se reunía en torno a él. Su mensaje era simple; su modo de expresarse, directo. Se convirtió rápidamente en un elemento predicador en la sociedad. Claro que debe entenderse que la atmósfera de Jerusalén era propicia. Los judíos estaban preparados para cierta “llegada”, pero no estaban preparados para recibir a Jesús. Los romanos, que a la sazón constituían el gobierno de ocupación, estaban intranquilos por la inestabilidad creciente del pueblo.

A pesar de que los invasores romanos no estaban considerados como opresores, se daba la oposición de dos sistemas ampliamente diferentes. Para ellos el Estado era lo primero que consideraban; mientras, para los judíos, Dios y los aspectos espirituales de la vida eran más importantes. Además, los judíos estaban fragmentados en
grupos seculares de diferentes grados de ortodoxia. En conclusión, la escena era caótica.

Primeramente Jesús fue visto más como un Mesías político que espiritual. La multitud lo aclamaba como el Rey de Israel, que había sido enviado para derrocar a los romanos y llevar a la cumbre a Judea. Esta opinión cambió, sin embargo, cuando comenzó a atacar algunas leyes judías y violentamente a los fariseos, que eran sus defensores. Luego se convencieron aún más de que él era, en verdad, el Mesías, y cuando abiertamente lo proclamó, su suerte ya estaba echada.

La aprensión de sus adversarios creció porque su reputación se difundió gracias a los milagros y curas que realizaba. Una cosa fue tornar el agua en vino, pero algo más fue resucitar a Lázaro. Rápidamente se hizo evidente tanto para los romanos como para el Sanhedrín, el más alto consejo eclesiástico judío, que debían llegar a un acuerdo con este hombre.