Jesús se diferenció de Juan Bautista en otra cosa. Mientras el segundo vivía como un asceta, subsistiendo gracias a langostas secas y miel y vistiendo pieles de animales, Jesús era gregario y fácilmente se contactó con grupos de todos los niveles sociales. En efecto, su primer milagro lo realizó en una boda donde los huéspedes habían acabado el vino. Jesús dijo: «Llenen las tinajas de agua». Y cuando el agua fue probada, la gente se sorprendió al descubrir que era vino.
No estaba en contra de relacionarse con hombres ricos en los banquetes ni desdeñaba la compañía de taberneros y pecadores, pero estaba más que nada dedicado a los pobres y los humildes, y basó sus principios en ellos.
El pueblo se reunía en torno a él. Su mensaje era simple; su modo de expresarse, directo. Se convirtió rápidamente en un elemento predicador en la sociedad. Claro que debe entenderse que la atmósfera de Jerusalén era propicia. Los judíos estaban preparados para cierta “llegada”, pero no estaban preparados para recibir a Jesús. Los romanos, que a la sazón constituían el gobierno de ocupación, estaban intranquilos por la inestabilidad creciente del pueblo