Todos los datos anteriores son una muestra que permite entender por qué los exégetas han adoptado posiciones tan divergentes. El estado fragmentario de nuestros conocimientos impide proponer hoy una solución categórica desde un punto de vista racional. Más aún si se considera que la gran mayoría de los biblistas e historiadores concuerda hoy con Ireneo de Lyon en que el Apocalipsis fue escrito durante la persecución que tuvo lugar al final del gobierno de Domiciano.29 36 48 49 Esta datación volvería a la redacción del Libro del Apocalipsis casi contemporánea de la del Evangelio de Juan. Considerando distintas evidencias internas y arqueológicas, el escriturista Rivas concluye: «entre los investigadores se sostiene, de manera muy generalizada, que el Evangelio fue escrito en la última década del siglo I, o a más tardar en los primeros años del siglo II».14 En efecto, la existencia del \mathfrak{P}52 (papiro 52, datado de 125 d. C. aproximadamente) desestima la fijación de fechas más tardías para la redacción del Evangelio de Juan.3 pp. 85 y 87
Más allá de la posibilidad latente de una pseudonimia, tal como expresa Vanni,49 no hay tampoco razón para sospechar de la argumentación de Robert H. Charles: el autor del Apocalipsis nos habría dejado su nombre real. Tras examinar la hipótesis de la pseudonimia, Charles concluye perentoriamente que no existe la más pequeña prueba en favor de la hipótesis de que el Juan del Apocalipsis sea un pseudónimo,51 y esta argumentación clásica permanece hasta hoy.48
El testimonio tradicional que afirma el origen apostólico de todos y cada uno de los escritos joánicos es tan antiguo y tan abundante que no resultaría serio desconocerlo o descartarlo por completo. Parece muy difícil explicar cómo pudieron equivocarse todos los testigos más importantes de los siglos II y III. Las escasas pero significativas coincidencias entre el Apocalipsis y el Evangelio de Juan parecen exigir al menos cierto origen común para ambos libros. Por otra parte, las múltiples diferencias muestran la dificultad de que el Apocalipsis y el Evangelio de Juan hayan podido ser escritos por el cálamo de una misma y única persona.
En espera de una solución más concreta podría resultar importante la sugerencia ponderada de algunos autores modernos de distinta extracción (por ejemplo, los escrituristas Charles K. Barrett,52 François-Marie Braun,53 y André Feuillet54 ) que se resume en los siguientes puntos. Según las fuentes cristianas de los siglos II y III, Juan el Apóstol habría sido la gran autoridad cristiana de Asia hacia fines del siglo I a punto tal que, como bien señala el español José Orlandis, en razón del testimonio de esas fuentes, las iglesias de Asia llegan a considerar a Juan como «su propio Apóstol».55 A pesar del disenso de la escuela de la Iglesia siria respecto del Apocalipsis, la influencia de Juan habría llegado a tal punto que «las iglesias asiáticas se resistieron durante mucho tiempo a unificar su disciplina con la de las restantes iglesias, alegando que su uso estaba sancionado por la autoridad de Juan el Apóstol, que lo había introducido en ellas».36 Por lo tanto, él habría inspirado esos «materiales» joánicos, quizá a través de una vigorosa «escuela» localizada en Éfeso, pero la redacción y reelaboración de esos escritos podría haber sido llevada a cabo por distintos discípulos suyos, familiarizados con el pensamiento del apóstol. Al tratar más adelante los temas referidos a Juan el Presbítero y al autor de Evangelio de Juan, se verá que esta postura parecería hoy la más madura. Para aquéllos que, siguiendo la mentalidad de los antiguos, consideran autor a aquella persona cuyas ideas se plasman en un papiro y no tanto al escribiente, la predicación de Juan el Apóstol sería el eje inspirador de los «escritos joánicos» de fines del siglo I.
§Juan el Apóstol: un consejo para todos[editar]
«San Jerónimo», obra de Caravaggio (1571-1610)
Jerónimo de Estridón (c. 340 – 420) también conoció el relato del martirio de Juan en el caldero de aceite en Roma y de su destierro en Patmos, pues lo refiere en su Commentariorum in Evangelium Matthaei XX, 23, al explicar el pasaje en que Jesús predice a los dos hijos de Zebedeo que beberían el mismo cáliz que él.56
Pero San Jerónimo escribe además que Juan, en su ancianidad, no podía ir por su pie a las reuniones de los cristianos, y los discípulos lo llevaban en una silla a las asambleas de los fieles de Éfeso. Su consejo era siempre el mismo: «Hijitos, amaos los unos a los otros». Cuando le preguntaron por qué repetía siempre la frase, Juan respondió: «Porque ése es el mandamiento del Señor y, si lo cumplís, lo habréis hecho todo».57 Jerónimo también hace referencia a la larga vida de Juan y a su muerte en Éfeso a comienzos del siglo II.
§«Juan el Apóstol» y «Juan el Presbítero»[editar]
Para una referencia más amplia sobre la autoría de los escritos atribuídos a Juan el Apóstol, véase Autoría de los escritos joánicos.
No carece de importancia un dato que aporta el historiador de la Iglesia Eusebio de Cesárea, a principios del siglo IV. Eusebio informa sobre una obra en cinco volúmenes del obispo Papías de Hierápolis (fallecido hacia el año 120), hoy perdidos. Allí, Papías habría mencionado que él no llegó a conocer a los Apóstoles, pero que recibió la doctrina de aquellos que habían estado próximos a los Apóstoles. También se refirió a personas que habían sido «discípulos del Señor», citando los nombres de Aristión y de un tal «presbítero Juan». Así lo expresa Eusebio de Cesarea:
Eusebio de Cesarea
[...] Papías, según el prólogo de sus tratados, no se presenta a sí mismo de modo alguno como oyente y como testigo ocular de los sagrados apóstoles, sino que enseña haber recibido lo referente a la fe de boca de quienes los habían conocido.58
Eusebio de Cesarea
Luego, Eusebio cita el texto de Papías al que acaba de hacer referencia:
[...] si me salía al encuentro alguno que había tratado con los presbíteros (ancianos), le preguntaba curiosamente cuáles fuesen los dichos de los ancianos: qué dijeron Andrés, Pedro, Felipe, Tomás, Santiago, Juan , Mateo. Y qué dicen Aristión y el presbítero Juan, discípulos del Señor.
Eusebio de Cesarea, op. cit.
Finalmente, Eusebio agrega de su propia cuenta este comentario:
Se ha de observar que en estas palabras incluye dos veces el nombre de Juan. La primera vez junto con Pedro, Santiago, Mateo y los demás apóstoles [...] Pero luego, estableciendo una distinción de lenguaje, coloca a otro Juan entre aquellos que están fuera del número de los apóstoles, anteponiendo a un tal Aristión, al cual llama expresamente presbítero. De modo que por estos dichos se comprueba la verdad de la historia de los que dicen quen en Asia hubo dos personas que llevaron el mismo nombre de Juan, que en Éfeso hay dos sepulcros, y que todavía se dice que ambos son de Juan [...]59
Eusebio de Cesarea
Eusebio llega a su conclusión de que Papías hace una distinción entre dos personas distintas y que ambas llevan el mismo nombre Juan: una está citada entre nombres de apóstoles que coinciden con nombres del «grupo de los Doce», y otra refiere el nombre de un «presbítero». Según señala el teólogo alemán Wikenhauser, Eusebio tiene al primero de estos dos personajes por autor del Evangelio de Juan, y se inclina a atribuir al segundo la paternidad del Apocalipsis; pero críticos independientes contemporáneos, apartándose en esto de Eusebio, atribuyen la composición del cuarto Evangelio al presbítero Juan.10 pp. 17-19
La distinción entre un «presbítero Juan» y «Juan el Apóstol» fue extendida en Europa Occidental por San Jerónimo, basado en la autoridad de Eusebio. La Enciclopedia Católica considera que la distinción no cuenta con una base histórica: ni Ireneo de Lyon, ni ningún otro escritor anterior a Eusebio, tuvieron conocimiento alguno de un segundo Juan en Asia. Asimismo, la Enciclopedia Católica sostiene que la palabra «presbítero» sólo puede entenderse como «apóstol».60
Por otra parte, J. Ratzinger incorpora esta hipótesis como posible.7 De esta información y de otros indicios afines, se desprende que en Éfeso hubo una especie de «escuela joánica», que remontaba su origen a una figura identificada en el Evangelio de Juan con el discípulo a quien Jesús amaba. Es posible que esa escuela joánica haya tenido como base a «Juan el Apóstol», a quien Ireneo de Lyon,20 Justino Mártir,61 y otros varios Padres de la Iglesia acreditan haber habitado en Éfeso. Además, contó con la autoridad de un «presbítero Juan». Así lo expresa Ratzinger:
Esta información es verdaderamente digna de atención; de ella y de otros indicios afines, se desprende que en Éfeso hubo una especie de escuela joánica, que hacía remontar su origen al discípulo predilecto de Jesús, y en la cual había, además, un «presbítero Juan», que era la autoridad decisiva. Este «presbítero» Juan aparece en la Segunda y en la Tercera Carta de Juan (en ambas, 1,1) como remitente y autor, y sólo con el título de «el presbítero» (sin mencionar el nombre de Juan). Es evidente que él mismo no es el apóstol, de manera que aquí, en este paso del texto canónico, encontramos explícitamente la enigmática figura del presbítero. Tiene que haber estado estrechamente relacionado con él, quizá llegó a conocer incluso a Jesús. A la muerte del apóstol se le consideró el depositario de su legado; y en el recuerdo, ambas figuras se han entremezclado finalmente cada vez más. En cualquier caso, podemos atribuir al «presbítero Juan» una función esencial en la redacción definitiva del texto evangélico, durante la cual él se consideró indudablemente siempre como administrador de la tradición recibida del hijo de Zebedeo.7