La figura del «Discípulo Amado» por el Señor[editar]
Para distintas hipótesis sobre la figura del «Discípulo Amado por el Señor», véase El discípulo a quien Jesús amaba.
En el Evangelio de Juan aparece en varias ocasiones y sin revelar jamás su verdadero nombre, una figura que no se verifica en ningún otro escrito del Nuevo Testamento: la del discípulo a quien Jesús amaba («ο μαθητης ον ηγαπα ο Ιησους», también mencionado como «ον εφιλει ο Ιησους» según aparece en Juan 20:2)
Detalle del «Discípulo Amado», reclinado sobre el pecho de Jesús, en el cuadro «La Última Cena» (1625-1626), óleo de Valentin de Boulogne. Galleria Nazionale d'Arte Antica, Roma. La figura del «Discípulo Amado» reclinado sobre el pecho de Jesús ha sido sumamente tratada en las artes pictóricas.
(1) El «Discípulo Amado» aparece recostado sobre el pecho de Jesús, durante la Última Cena, preguntándole quién es el discípulo que le va a entregar:
Cuando dijo estas palabras, Jesús se turbó en su interior y declaró: «En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me entregará.» Los discípulos se miraban unos a otros, sin saber de quién hablaba. Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús. Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale de quién está hablando.» El, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: «Señor, ¿quién es?» Le respondió Jesús: «Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.» Y, mojando el bocado, le tomó y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
Juan 13:21-26
(2) Asimismo, el «Discípulo Amado» se presenta al pie de la cruz, junto a la madre de Jesús:
Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Juan 19:26-27
(3) El «Discípulo Amado» es quien, al igual que Simón Pedro, corre hacia el sepulcro vacío:
El primer día de la semana fue María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y vio la piedra quitada del sepulcro. Echó a correr y llegó donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro siguiéndole, entró en el sepulcro y vio las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Juan 20:1-9
(4) También se encuentra al «Discípulo Amado» al lado de Simón Pedro durante la aparición de Jesús resucitado ante sus discípulos a orillas del Mar de Tiberíades:
Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díjoles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.» El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dijo entonces a Pedro: «Es el Señor». Cuando Simón Pedro oyó «es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
Juan 21:4-8
(5) Posiblemente, el «Discípulo Amado» muere a una edad muy avanzada, pues entre sus seguidores corre la voz de que no moriría nunca:
Pedro se volvió y vio siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» Viéndole Pedro, dijo a Jesús: «Señor, y éste, ¿qué?» Jesús le respondió: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme.» Corrió, pues, entre los hermanos la voz de que este discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga.»
Juan 21:20-23
Raymond E. Brown sugiere además la identificación del «Discípulo Amado» con el discípulo anónimo que aparece en otros pasajes del Evangelio de Juan,4 pp. 118-119
por ejemplo:
Cuando Jesús se encuentra con los dos primeros discípulos, Andrés y un discípulo anónimo, ambos salidos de la «escuela» de Juan el Bautista:
Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dijo: «He ahí el Cordero de Dios.» Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dijo: «¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, “Maestro” - ¿dónde vives?» Les respondió: «Venid y lo veréis.» Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús.
Juan 1:35-40
Cuando Pedro y otro discípulo conocido del Sumo Sacerdote entran por mediación de éste último a la casa de Anás, donde se inició el interrogatorio a Jesús antes de su muerte (Juan 18:15-16; ver comentario más adelante).
§Características que identifican a este «Discípulo Amado»[editar]
Según Cornelis Bennema,62 el trato entre el «Discípulo Amado» y Jesús de Nazaret en el Evangelio de Juan parece implicar una relación de confianza, lealtad y permanencia (es decir, una relación estable, firme). Esas características harían del «Discípulo Amado» un testigo calificado del mismo Evangelio de Juan. Por otra parte, el «Discípulo Amado» se manifiesta como alguien muy perceptivo respecto de la persona de Jesús: es el primero en reconocerlo en el mar de Tiberíades, luego de la resurrección. Siempre según Bennema,62 el Evangelio de Juan pone en evidencia otras características del «Discípulo Amado», a través de su interacción con otras personas:
Ícono de Poganovo, de fines del siglo XIV, representando conjuntamente a María, madre de Jesús y a Juan el Apóstol. El posible vínculo familiar de la «madre del Señor» con el apóstol Juan fue utilizado como argumentación a favor de la identificación de Juan como «Discípulo Amado».
El «Discípulo Amado» supera a los demás discípulos en el grado de confidencia con Jesús (en la Última Cena, recibe la confidencia respecto de quién es el Apóstol traidor, confidencia que no reciben los demás discípulos). El mismo Simón Pedro reconoce el nivel de confidencia del «Discípulo Amado» con Jesús y lo respeta, pues le pide al «Discípulo Amado» que le pregunte a Jesús quién es el traidor.
El «Discípulo Amado» supera en lealtad incluso a Simón Pedro, pues no niega a Jesús durante su Pasión. Sin embargo, aún después de que Pedro negara conocer a Jesús, sigue guardando respeto por él. En efecto, el «Discípulo Amado» llega primero a la tumba de Jesús, pero espera a Pedro antes de entrar, posiblemente en señal de consideración.
El alto nivel de confianza del cual es depositario el «Discípulo Amado» involucra incluso la postura de la madre de Jesús. Desde el momento en que Jesús crucificado indica al discípulo a quien él amaba: «Ahí tienes a tu madre», el Evangelio de Juan explicita que, «el discípulo la recibió en su casa», lo cual implica no sólo la aceptación de tal encargo por parte del «Discípulo Amado», sino además la aceptación implícita del discípulo por parte de la madre de Jesús.
Se podría, por lo tanto, resumir la personalidad del «Discípulo Amado» como la de una persona con vínculos múltiples, leal, creíble, confiable y perceptivo. Pero, ¿quién es el «Discípulo Amado»?
No se puede asegurar que haya sido la modestia lo que indujo a este testigo presencial a no referirse a sí mismo con el propio nombre, porque constantemente llama la atención sobre el amor de dilección que Jesús le tenía. Una solución posible sería que el «Discípulo Amado» se haya referido a sí mismo como «el otro discípulo» y que sus seguidores hayan incorporado al Evangelio de Juan la alusión al «Discípulo Amado».
La solución comúnmente aceptada desde el siglo II y hasta el desarrollo de la «crítica bíblica» a mediados del siglo XIX fue que el «Discípulo Amado», garante del Evangelio de Juan, era Juan el Apóstol, el hijo de Zebedeo. A partir el siglo XVIII comienza a difundirse el uso del método histórico-crítico en lugar de métodos de índole estrictamente religiosa para construir un conocimiento verificable de Jesús de Nazaret. Este método fue utilizado particularmente para interpretar el Evangelio de Juan en general y la figura del «Discípulo Amado» en particular. Más aún, se propusieron significados alternativos del «Discípulo Amado» con los que se buscó superar las posibles debilidades que los críticos argumentaban había en la identificación con Juan el Apóstol. No se trataba de un tema menor, pues representaba indirectamente un desafío a la misma autoría del Evangelio. Este proceso, reservado en principio a los estudiosos, demandó décadas. Con los años, las distintas hipótesis esgrimidas sobre la identidad del «Discípulo Amado» como alguien distinto a Juan el Apóstol mostraron a su vez sus debilidades, mientras que se edificaron nuevas hipótesis sobre el proceso de redacción del Evangelio que, en la opinión de muchos, enmarcaba el grado de responsabilidad del «Discípulo Amado» en el mismo.
§Juan el Apóstol como «Discípulo Amado»[editar]
§Argumentos externos patrísticos y apócrifos[editar]
Jean Colson (1913-2006) analiza el nivel de respaldo otorgado por los escritores cristianos más antiguos a la identificación de Juan el Apóstol como «Discípulo Amado».63 Nota 10 La interpretación de las referencias de los Padres de la Iglesia no es unánime (por ejemplo, Joseph Newbould Sanders pone en duda algunas referencias de los Padres Apostólicos,64 y Richard Bauckham se opone a la interpretación del «Discípulo Amado» como Juan el Apóstol en Ireneo de Lyon),65 pero es mayoritaria a favor de la hipótesis que presenta a Juan el Apóstol como el «Discípulo Amado».
Entre los Padres de la Iglesia que mencionaron al «Discípulo Amado» se destaca Ireneo de Lyon. Ireneo no dice que se trate del «hijo de Zebedeo»: siempre refiere el nombre de «Juan» como «discípulo» del Señor (más de 15 veces). Se podría objetar que, dado que Juan es mencionado únicamente como «discípulo» y no como «apóstol», su identidad estaría en duda ya que los apóstoles son indicados con ese título. Sin embargo, una lectura cuidadosa de todo el texto de Ireneo permite inferir que, al mencionar Ireneo la figura de «Juan, el discípulo del Señor que se reclinó sobre su pecho», se refiere inequívoca y consistentemente al apóstol Juan.10 p. 11
En efecto, Ireneo menciona:
«[...]todos los presbíteros de Asia que, viviendo en torno a Juan, de él lo escucharon, puesto que éste vivió con ellos hasta el tiempo de Trajano. Algunos de ellos vieron no sólo a Juan, sino también a otros Apóstoles, a quienes han escuchado decir lo mismo.»21 «[...]Por fin Juan, el discípulo del Señor «que se había recostado sobre su pecho» (Jn 21:20; 13:23), redactó el Evangelio cuando residía en Efeso[...]»20
Ireneo de Lyon
La frase de Ireneo: «... no solamente vieron a Juan, sino también a otros apóstoles...» implica directamente que Ireneo, al mencionar a Juan, se refiere a un apóstol, es decir, al hijo de Zebedeo. R. A. Culpepper,12 p. 124
quien no reconoce a Juan hijo de Zebedeo como «Discípulo Amado», señala sin embargo que resulta difícil dudar de que Ireneo, al mencionar a «Juan el discípulo del Señor», se refiera a otro que no sea Juan el Apóstol. A Ireneo de Lyon se suman ciertos matices de Eusebio de Cesarea66 y, con mayor énfasis, el apócrifo «Hechos de Juan» que identifica al apóstol Juan como aquél que se reclinó sobre el pecho de Jesús en la Última Cena.
El apócrifo «Hechos de Juan»,67 datado de la segunda mitad del siglo II, insiste en los detalles ya conocidos por los evangelios canónicos que refieren la personalidad del apóstol. Narra la vocación de Juan y su hermano Santiago al apostolado (Hechos de Juan 88:2, paralelo de Marcos 1:19), como también el episodio de la Transfiguración (Hechos de Juan 21 y 90; paralelos de Mateo 17:1-9). El gesto de reclinarse sobre el pecho de Jesús durante la Última Cena, que se atribuye al «Discípulo Amado» en Juan 13:23, se señala en los Hechos de Juan 89, como si se tratara de una actitud habitual de Juan el Apóstol. Es posible que los «Hechos de Juan» sean anteriores a los escritos de Ireneo de Lyon, de Tertuliano y de otros escritores que aparecen como testigos de esas tradiciones. Por esa razón, los «Hechos de Juan» no podrían nunca ser deudores de las obras de otros autores.
Orígenes (185-254), identificó a Juan, hijo de Zebedeo como el «Discípulo Amado», autor del Evangelio homónimo y del Apocalipsis.
El escritor Orígenes (185-254), principal referente teológico del cristianismo hasta Agustín de Hipona, apunta una y otra vez:
Juan, el hijo de Zebedeo, dice en su Apocalipsis[...] [...]Una vez más, en su descripción del Logos de Dios en el Apocalipsis, el Apóstol y Evangelista (y el Apocalipsis le da también el título de profeta) dijo que vio la Palabra de Dios en el cielo abierto[...] [...] ¿Qué vamos a decir de él, que se apoyó en el pecho de Jesús, a saber, Juan, que dejó un Evangelio, a pesar de confesar que él podría hacer tantos que el mundo no los contendría? Pero también escribió el Apocalipsis [...].43
Orígenes, «Comentario sobre el Evangelio de Juan»
Muchos académicos que no aceptan la opción de Juan el Apóstol como «Discípulo Amado» han desconsiderado las evidencias patrísticas mencionadas. Esta tendencia fue puesta en evidencia recientemente por el profesor Donald Carson.68 Nota 11 En efecto, alguna falta de explicitación por parte de varios Padres de la Iglesia en la identificación plena de «Juan, el hijo de Zebedeo», o de «Juan el Apóstol» con «Juan el discípulo» o con el «Discípulo Amado», se ha de contrastar con la sugestiva ausencia total de referencias explícitas de los restantes candidatos a «Discípulo Amado» por parte de los mismos Padres (ver más adelante).
§Argumentos fundados sobre el análisis externo comparado[editar]
Algunos argumentos a favor de la identificación de Juan el Apóstol con el «Discípulo Amado» surgen del análisis comparado entre el Evangelio de Juan, los Evangelios sinópticos y los Hechos de los Apóstoles,10 pp. 23-28;
53 68 69 70 71 72 73 74 75 76 15 77 78 79 80 y pueden resumirse brevemente en los siguientes puntos:
La manera vívida y pormenorizada con que el Evangelio de Juan describe las escenas, y sus expresas afirmaciones, ponen de manifiesto que su autor intelectual primario (es decir, quien lo predicó inicialmente) fue un testigo presencial de los sucesos (Juan 1:14; Juan 19:35; Juan 21:24), uno de los más íntimos de Jesús, seguramente un apóstol. Jesús tenía tres apóstoles a los cuales distinguió: Pedro, Juan y Santiago o Jacobo (Marcos 5:37; Marcos 9:2; Marcos 14:33). Pedro se diferencia del «Discípulo Amado», porque aparecen claramente identificados como personas distintas (Juan 13:23-24; Juan 20:2-10; Juan 21:20). Santiago el Mayor (traducido a veces como Jacobo) tampoco puede ser el «Discípulo Amado», porque murió tempranamente (Hechos 12:1-2), mientras que el «Discípulo Amado» llegó, por su longevidad, a adquirir fama de inmortalidad (Juan 21:23).
«Curación del lisiado». El fresco, inspirado en el pasaje de los Hechos de los Apóstoles en el que Pedro y Juan sanan al lisiado en la puerta del templo, fue realizado en 1425 por Masolino da Panicale (1383–1440) y se encuentra en la Capilla Brancacci, en Santa Maria del Carmine, en Florencia. En el Evangelio de Juan, el «Discípulo Amado» aparece junto a Pedro en 6 de las 7 veces que es mencionado. La amistad registrada entre Pedro y el «Discípulo Amado» se asemeja a la que, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, se verifica entre Pedro y Juan.
El «Discípulo Amado» participó de la Última Cena a la cual, según los Evangelios sinópticos, tuvieron acceso «los Doce» (Marcos 14:16-17; Mateo 26:19-20), los Apóstoles (Lucas 22:13-14).
El «Discípulo Amado» y Simón Pedro llevaron una amistad abierta (Juan 13:23-25; Juan 20:2-9), que en el libro de los Hechos de los Apóstoles se pone de manifiesto en el trabajo apostólico conjunto de Pedro y Juan, tanto en la predicación en Jerusalén (Hechos 3:1-9) como en la predicación en Samaría (Hechos 8:14-15). El único vínculo con el ministerio de Jesús en Samaría relatado por el Evangelio de Juan parece encontrarse en la predicación de Pedro y Juan el Apóstol en los Hechos de los Apóstoles.
P. Parker,81 y otros autores críticos de la postura que interpreta que Juan el Apóstol es el «Discípulo Amado» (por ejemplo, R. A. Culpepper12 pp. 75-76
), implican que los argumentos centrados en el análisis comparado del Evangelio de Juan con los otros evangelios da lugar a ciertos cuestionamientos hermenéuticos, es decir, de interpretación. Así, el Evangelio de Juan no hace referencia a ninguno de los pasajes sinópticos de los cuales Juan el Apóstol fue testigo privilegiado (la resurrección de la hija de Jairo, la Transfiguración de Jesús, el discurso en el Monte de los Olivos o la plegaria de Jesús en el huerto de Getsemaní), ni hace referencia a un «círculo de dilectos», ni tampoco menciona una relación entre Pedro y Juan. Estas críticas son argumentaciones edificadas sobre la base de pruebas negativas: el hecho de que el Evangelio de Juan no haga referencia a ningún pasaje que tuviera a Juan como testigo privilegiado no permite aseverar que no lo fuera; por lo tanto, esas críticas no son científicamente concluyentes. Pero los críticos se preguntan cuáles son los elementos con que cuenta un lector del Evangelio de Juan para interpretar la figura del «Discípulo Amado» a partir de esa sola lectura, sin necesidad de recurrir a los Padres de la Iglesia o a los Evangelios sinópticos para descifrar su identidad.
§Argumentos fundados sobre el análisis interno del Evangelio de Juan[editar]
§Presencia en la Última Cena[editar]
P. Parker funda buena parte de sus críticas en que la identificación del hijo de Zebedeo como «Discípulo Amado» depende excesivamente de los Evangelios sinópticos, que aseguran que sólo «los Doce» estuvieron presentes en la Última Cena.81 Indirectamente, esta postura sostiene la hipótesis de la independencia total del Evangelio de Juan con respecto a los Evangelios sinópticos, y afirma que las similitudes con estos podrían explicarse satisfactoriamente por la tradición oral y por las ideas difundidas en el ambiente religioso en que se hallaba el Evangelista.
En efecto, el Evangelio de Juan, no hace expresa mención de la presencia exclusiva del grupo de «los Doce» apóstoles en la Última Cena, la cual aparece únicamente en los Evangelios sinópticos. Este silencio acerca del grupo de «los Doce» en el Evangelio de Juan es usado como argumento para sugerir que, en la Última Cena, no solamente habrían estado presentes «los Doce» sino también otros discípulos, y que el «Discípulo Amado» podría no pertenecer al «grupo de los Doce». Nuevamente, se trata de una argumentación sobre una prueba negativa y, por lo tanto, meramente especulativa. La debilidad de esta argumentación radica en que, en el mismo Evangelio de Juan, no aparece mencionado en la Última Cena ninguna persona que no sea un apóstol (Simón Pedro, Felipe, Tomás, Judas Iscariote, y «Judas –no el Iscariote–» que es una probable referencia a Judas Tadeo). Más aún, el Evangelio de Juan hace uso de un término clave: «elegir», como distintivo del escogimiento del «grupo de los Doce» por parte de Jesús:
Jesús les respondió: «¿No os he elegido yo a vosotros, los Doce?...»
Discurso del Pan de Vida en Juan 6:69
Llamativamente, en la Última Cena del Evangelio de Juan, vuelve a aparecer el verbo «elegir», sugiriendo que –también para ese Evangelio– solamente estaban presentes «los Doce», los Apóstoles:
«No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y que vuestro fruto permanezca.»
Discurso de la Última Cena, en Juan 15:16
§Ausencia de un «Grupo de Dilectos» en el Evangelio de Juan[editar]
Imagen del \mathfrak{P}75 (papiro 75) que muestra el final del Evangelio de Lucas y el comienzo del Evangelio de Juan.3 pp. 91 y 101
El \mathfrak{P}75 es un códice (libro) datado aproximadamente de 175-225 d. C. Según la clasificación de Aland y Aland,3 p. 335
es un papiro de Categoría I. Incluye los Papyrus Bodmer XIV-XV y abarca vastas secciones de los evangelios citados. Constituye el manuscrito más antiguo encontrado que mantiene unidos a dos evangelios y fue interpretado como evidencia de que las comunidades cristianas primitivas ya manejaban estos materiales como una unidad. Perteneció a la Fundación Bodmer de Cologny (Ginebra). En 2007, fue donado a la Biblioteca Apostólica Vaticana donde se conserva.82
Críticos como Parker atacan el argumento que refiere la preferencia de Jesús por los tres discípulos Pedro, Santiago y Juan.81 Esta «preferencia» no aparece en el Evangelio de Juan, en el que no se hace referencia alguna a un círculo de apóstoles dilectos dentro del grupo de «los Doce».
Quienes sustentan que Juan el Apóstol sería el «Discípulo Amado»,74 sostienen que el autor del Evangelio de Juan habría conocido a alguno o a varios de los Evangelios sinópticos (particularmente el de Lucas y/o el de Marcos)83 y que, eventualmente, podría haber utilizado esos materiales (o haberlos dado por supuestos) para componer su obra. Por ejemplo, la única mención directa e inesperada de «los hijos de Zebedeo» en el Evangelio de Juan, sin haberlos presentado previamente (a diferencia de los demás Apóstoles, que son introducidos en varios otros pasajes previos) implica que los lectores del Evangelio de Juan conocían perfectamente quienes eran «los hijos de Zebedeo», ya sea por el acceso a los Evangelios sinópticos, ya porque la comunidad en la que se escribió el Evangelio de Juan sabía muy bien de quienes se trataba.
Más aún, cuando el Evangelio de Juan menciona al grupo de «los Doce» (sólo en 4 oportunidades: Juan 6:67; Juan 6:70-71; Juan 20:24), lo hace al pasar sin hacer nunca una introducción a su significado, lo que parece dar por supuesto su conocimiento por parte de los lectores del Evangelio. De hecho, estas menciones tienen afinidad con los Evangelios sinópticos y podrían tener su origen en alguna de las fuentes utilizadas por estos.14 p. 237
Por su parte, en todo el Evangelio de Juan jamás son mencionados los apóstoles Santiago y Juan.84 En ese marco, cabe preguntarse si tendría sentido exigir al Evangelio de Juan la referencia al «círculo de dilectos», aquel grupo dentro de «los Doce» constituido por los discípulos preferidos por Jesús (Pedro, Santiago y Juan). ¿Cómo hacer referencia a un «círculo» de cuyos tres miembros no fueran mencionados dos? Por las mismas razones, en el caso de que las comunidades en las cuales se difundió el Evangelio de Juan tuvieran acceso a alguno de los Evangelios sinópticos, el autor del Evangelio de Juan no tendría razón para reiterar pasajes como el de la Transfiguración de Jesús, relatado por los tres Evangelios sinópticos, en los cuales apareciera ese «círculo de dilectos» como testigos privilegiados.
§Conocimiento del Sumo Sacerdote[editar]
Llama la atención el pasaje en el cual un discípulo anónimo entra en la casa de Anás por ser «conocido del Sumo Sacerdote» Caifás, e incluso obtiene permiso para que Simón Pedro haga otro tanto.
Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro.
Juan 18:15-16
Según Jerónimo de Estridón en su epístola 127, 5 (ad Principiam), Juan el Apóstol era conocido del sumo sacerdote.85 Raymond E. Brown sugiere la identificación del «Discípulo Amado» con este discípulo anónimo.4 pp. 118-119
Esto suscita también dificultades para la identificación de Juan el Apóstol. ¿Cómo podría el hijo de Zebedeo, un pescador de Galilea, ser conocido del Sumo Sacerdote?
Según Drum, existe una paráfrasis del Evangelio de Juan (la llamada Metabole kata Ioannou) escrita por el griego Nonnus de Panopolis, que data de la primera mitad del siglo V, en la cual ya se identificaba al «discípulo sin nombre» del pasaje anterior como un joven pescador.86 De allí se sugirió que la empresa pesquera de los Zebedeo podría involucrar la provisión de pescado a Jerusalén y al templo (o a la casa del Sumo Sacerdote) como posibles destinos del producto.
Por otra parte, un manuscrito del siglo XIV o XV, Historia passionis Domini, informa que el llamado Evangelio de los Nazarenos contenía la misma explicación: «En el Evangelio de los Nazarenos, se da la razón por la cual Juan era conocido del Sumo Sacerdote. Como era el hijo del pobre pescador Zebedeo, el había llevado con frecuencia pescado al palacio de los sumos sacerdotes Anás y Caifás».87 Algunos estudiosos que mantienen una postura crítica prefieren suponer que el «Discípulo Amado» debería tener conocimiento del Sumo Sacerdote por tratarse de un personaje hipotéticamente vinculado al templo, cuya identidad no resulta explícita hasta hoy. Brian J. Capper sugiere que el «Discípulo Amado» sería un aristócrata, miembro sacerdotal de un «barrio asceta», situado en la prestigiosa colina suroeste de Jerusalén, quien habría sido anfitrión de Jesús en la Última Cena.88
§Posible vínculo con María, madre de Jesús[editar]
En un pasaje referido a la crucifixión de Jesús, dice el Evangelio de Juan:
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena.
Juan 19:25
A partir del texto surge la pregunta: ¿quién era «la hermana de su madre»? En su obra La muerte del Mesías, Raymond E. Brown ofrece un posible cuadro comparativo de las mujeres que aparecen en la escena de la crucifixión en los distintos evangelios, a fin de tratar de aclarar la cuestión de la identidad,6 cuadro que se resume en la Tabla 1. Brown parte de un supuesto al que considera verosímil: de que Juan 19:25 trata de 4 mujeres que se citan en la primera columna de la Tabla 1, interpretación que, según Culpepper,12 p. 8
asume la mayoría de los intérpretes. En efecto, según Bauckham y Rivas el texto del Evangelio de Juan permite entender que estas mujeres eran dos, tres o cuatro, según se coloquen los signos de puntuación.89 p. 204-205;
14 p. 496;
Nota 12
«Crucifixión» (1873), de Evgraf Semenovich Sorokin. El llamado «Stabat Mater» («la Madre estaba») es un tema en el arte cristiano que representa a María, madre de Jesús, durante la crucifixión de su hijo. En este tipo de representaciones, María está casi siempre de pie, a la derecha de Jesús (es decir, a la izquierda del cuadro), y Juan el Apóstol, también de pie y a menudo con túnica roja, a la izquierda del crucificado.90
Tabla 1: Posible identificación de las mujeres presentes en la escena de la crucifixión de Jesús en los distintos evangelios, según R.E. Brown
Juan 19:25 Marcos 15:40-41 Mateo 27:55-56 Lucas 23:49
Su madre -- -- ---
La hermana de su madre Salomé Madre de los hijos de Zebedeo ---
María de Cleopás María la madre de Santiago el Menor y de Joset María madre de Santiago y de José ---
María Magdalena María Magdalena María Magdalena ---
--- Muchas otras mujeres que habían subido con él a Jerusalén Muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea
La madre de Jesús («su madre») aparece solamente en el Evangelio de Juan. María Magdalena aparece en todas las escenas de crucifixión, con excepción del Evangelio de Lucas. También aparece con notable frecuencia otra mujer llamada «María», a la cual Mateo y Marcos identifican a través de sus hijos Santiago y José/Joset. Hay probabilidades de que esta María sea la misma persona a la que Juan se refiere como «María de Cleopás» (éste último haría referencia al nombre del marido –según la tradición cristiana– o del padre.91 92
Finalmente, en Marcos y Mateo aparece otra mujer mencionada por su nombre: «Salomé». En Mateo 20:20 aparece como «la madre de los hijos de Zebedeo» la misma mujer que Marcos identifica como «Salomé». Si se interpreta que las mujeres citadas por los evangelistas son las mismas, se podría inferir que Salomé era, no solo la madre de los apóstoles Santiago y Juan, sino también la hermana de la madre de Jesús. Sin embargo, el mismo Brown en la obra citada, y Culpepper señalan que el riesgo de realizar esta inferencia es evidente, pues depende de la suposición de que los evangelistas estén nombrando a las mismas mujeres, aunque con diferentes formas de identificación.12 pp. 9 y 74
Según Culpepper,12 p. 9
, esta interpretación implicaría que Juan el Apóstol sería sobrino de María, la madre de Jesús. Esto apoyaría la hipótesis de Juan como «Discípulo Amado» ya que ayudaría a explicar, desde un punto de vista meramente humano, por qué Jesús habría confiado su madre al Apóstol. A favor de esta intepretación se hallaría la idea de que el Evangelio de Juan, que veló el nombre de Juan el Apóstol, también habría velado el nombre de su madre Salomé. Contra esta identificación, se han dado muchas otras interpretaciones del nombre «Salomé» que en nada se relacionan con «la hermana de su madre» (por ejemplo la interpretación de Sivertsen de que «Salomé» formaría parte de la familia de José de Nazaret, y no de la de María, madre de Jesús).93
R. Bauckham no coincide con Brown en cuanto a los paralelismos entre los Evangelios.89 Nota 13 Los versículos citados en la Tabla 1 contribuyeron al origen de la llamada hipótesis de las «Tres Marías», largamente discutida en la historia del cristianismo.
Las interpretaciones de las identidades de estas mujeres exceden los alcances de este artículo e incluyen argumentos que involucran tanto los principios de diferentes confesiones cristianas como elementos filológicos e históricos. El pasaje se presta para muy diferentes análisis y razonamientos. Por ejemplo, Richard Bauckham toma distancia del argumento de Brown al comentar que las identificaciones de la Tabla 1 presentan un sustento racional exiguo, ya que los Evangelios sinópticos establecen que muchas mujeres (que seguían a Jesús desde Galilea) estaban presentes al momento de la crucifixión y que los nombres «María» y «Salomé» eran muy comunes entre las mujeres judías de Palestina.89 p. 210
Para Bauckham, Salomé está ausente de la escena en Juan 19:25.89 p. 237
En cualquier caso, conviene no perder de vista que en ningún momento el Evangelio de Juan se refiere a la existencia de un parentesco carnal entre la figura del «Discípulo Amado» y la madre de Jesús. Independientemente de que ese parentesco haya existido o no, el Evangelio parece estar mucho más interesado en señalar a los ojos del lector el surgimiento de un vínculo de orden espiritual entre estos dos personajes (aunque el concepto católico de la maternidad espiritual de María sobre cada creyente es un desarrollo posterior, ya que aparece en Oriente con Jorge de Nicomedia en el siglo IX, como comenta Brown).4 p. 1331-1332
Siempre según Raymond Brown,4 p. 124
la posibilidad de que el apóstol Juan fuese sobrino de María, madre de Jesús, podría ayudar a explicar sus relaciones con el sacerdocio (v. gr., Caifás) pues María tenía parientes en la familia sacerdotal según el Evangelio de Lucas: María era pariente de Isabel (Lucas 1:36), quien estaba casada con el sacerdote Zacarías (Lucas 1:5).
La Casa de la Virgen María, restaurada sobre los restos arqueológicos encontrados en 1891 en la colina de Panaya Kapulu, a 8 km de Selçuk (Éfeso).
Independientemente de estos puntos de análisis crítico, existen otras derivaciones apologéticas y populares de las cuales Raymond Brown cita algunas.4 pp. 1329-1330
Los versículos de Juan 19:25-27 referidos a la madre de Jesús y al «Discípulo Amado» quizá hayan iniciado la tradición cristiana según la cual Juan el Apóstol, cuando se trasladó a Éfeso, habría llevado consigo a María, madre de Jesús. Los restos de la Casa de la Virgen María, al sur de la ciudad, son considerados por los cristianos ortodoxos en general como el lugar donde habrían vivido.12 p. 65
Esta tradición lleva consigo el aval de la beata mística Anne Catherine Emmerich (1774-1824), quien describió a la perfección la casa sin haber visitado jamás el lugar, y antes de que se realizara el descubrimiento arqueológico de sus restos a principios de la década de 1890.94
§La existencia de un silencio llamativo[editar]
A partir de los datos mencionados se infiere que el Evangelista parece querer guardar la identidad de la figura del «Discípulo Amado» a propósito, siendo que jamás explicita su nombre. Pero existen en el Evangelio de Juan otras figuras que parecen deliberadamente ausentes, considerando los niveles de importancia que les prodigan otros escritos neotestamentarios.
Esto conduce al que quizá sea uno de los mayores enigmas del Evangelio de Juan a favor de la identificación de Juan, hijo de Zebedeo, como el «Discípulo Amado». ¿Por qué no se hace mención de Juan el Apóstol siquiera una vez en el Evangelio de Juan siendo que, por dar un ejemplo, Simón Pedro es mencionado 40 veces?Nota 14 John Chapman señala este aspecto llamativo del Evangelio de Juan:84 su silencio absoluto respecto de Juan el Apóstol, de su hermano Santiago el Mayor, y aún de la misma expresión indirecta de «hijos de Zebedeo» que aparece únicamente en Juan 21:2, un apéndice que la gran mayoría de los estudiosos clasifica como un agregado posterior a la redacción del corpus del Evangelio. Este silencio absoluto es tanto más sugestivo cuanto que Juan el Apóstol aparece 17 veces en los Evangelios sinópticos, Santiago el Mayor 15 veces y la expresión «hijos de Zebedeo» –sin nombrarlos expresamente– 3 veces.Nota 15 Como se mencionó, en el Evangelio de Juan, el otro apóstol que pertenecía al círculo de predilectos de Jesús, Pedro (mencionado como tal o como «Simón Pedro», «Simón llamado Pedro», o «Cefas») es mencionado 40 veces, lo que significa un número sustancialmente mayor que en los Evangelios de Mateo (26), Marcos (25) o Lucas (29).
Pedro, Simón o Simón Pedro: 40
Andrés: 5
Santiago: 0
Juan: 0
Felipe: 12
Judas –no el Iscariote– (probable Judas Tadeo): 1
Tomás: 7
Judas Iscariote: 11
Número de veces que, según John Chapman,84 aparecen mencionados algunos de los apóstoles en el Evangelio de Juan. «La omisión de Juan en Juan» es el subtítulo con el que John Chapman argumenta la ausencia del apóstol Juan (al igual que la de su hermano Santiago) en el Evangelio de Juan. Este silencio sugestivo, comparable al silencio sobre la identidad del «Discípulo Amado» es, desde el trabajo científico de Chapman, uno de los argumentos más utilizados a favor de la identificación de Juan el Apóstol como «el discípulo a quien Jesús amaba».
Más aún, otros apóstoles del grupo de «los Doce» que no pertenecían a ese círculo de preferencia también son mencionados con frecuencia: Andrés, Felipe, Tomás y Judas Iscariote son mencionados más veces que en cualquier otro Evangelio. La dificultad permanece: ¿por qué el Evangelio de Juan no menciona a Juan el Apóstol y a Santiago, dos de los tres más reconocidos miembros de la primera comunidad cristiana según los restantes escritos neotestamentarios? El escriturista Luis H. Rivas, quien sostiene que Juan el Apóstol no es el «Discípulo Amado», señala: «no se ha encontrado una explicación satisfactoria para este silencio».14 p. 37
A partir de J. de Maldonado,95 se postula una explicación plausible: que la comunidad cristiana de Asia, durante la redacción final del Evangelio de Juan, pudo velar el nombre de Juan el Apóstol bajo el título de «Discípulo Amado», cuya persona y méritos habrían conocido personalmente. El silencio del Evangelio de Juan sobre la figura de Juan el Apóstol parece tan deliberado como el silencio sobre la identidad del «Discípulo Amado». Este punto es reconocido por Sanders (quien, recordemos, hipotetiza en contra de la identificación de Juan el Apóstol como el «Discípulo Amado») al decir que se trata de una «argumentación sustancial» a favor de Juan, hijo de Zebedeo.64 p. 43
§Otros personajes propuestos como «Discípulo Amado»[editar]
Se han esgrimido hipótesis muy variadas respecto de la identidad del «Discípulo Amado»: que sería Lázaro,96 97 98 Juan Marcos,99 100 o Matías el Apóstol,101 o Pablo de Tarso,102 o la mujer samaritana.103 También se ha propuesto que sería un sacerdote o alguien allegado al Templo, conocido del Sumo Sacerdote (Juan 18, 15),104 ya que la figura del «Discípulo Amado» sólo aparece en la segunda mitad del Evangelio, durante la pasión, muerte y resurrección de Jesús en Jerusalén. Estas opciones, cuyo análisis detallado excede a este artículo, se discuten más ampliamente en otro («El discípulo a quien Jesús amaba»). Posiblemente las opciones que más resonancia tuvieron hayan sido la de Lázaro y de Juan Marcos, algunas de cuyas fortalezas y debilidades se comparan de forma esquemática con las de Juan el Apóstol en la Tabla 2, considerando referencias generales,4 pp. 111-125;
12 pp. 56-88;
105 a las que se suman otras incluidas en la misma tabla.