Otorgamiento de la Ley[editar]
Moisés con las Tablas de la Ley, por Tissot.51
Luego de transcurridos tres meses (Éxodo 19) desde que los hebreos habían salido de Egipto y durante la travesía por el desierto, Dios confirió los Diez Mandamientos directamente a Moisés y lo hizo en el monte Sinaí.52 Según la tradición bíblica, Moisés subió a dicho monte a recibir las Tablas de la Ley. Estuvo en Sinaí durante cuarenta días, hasta que recibió de Dios, ya sea de hecho o bien por inspiración divina, dos tablas de piedra escritas con Su dedo (Deuteronomio 9:9-10, Éxodo 31:18).53
Las Tablas en cuestión recogían los Diez Mandamientos, leyes básicas de cumplimiento obligatorio para el pueblo hebreo.54 Dado que las distintas tribus hebraicas:
Hasta entonces conservaban la fe en un Dios único y algunas costumbres que habían heredado de sus antepasados. Pero no poseían un concepto claro acerca de Dios [...], tampoco poseían leyes fijas sobre la vida social y moral. Habiendo residido en Egipto algunos de ellos copiaron allí ciertas costumbres paganas. Era necesario, por consiguiente, enseñar a los israelitas en qué consistía su verdadera fe y a qué leyes debían atenerse.52
Cuando Moisés bajó a notificar a su pueblo, descubrió que en su ausencia los israelitas habían fundido metales preciosos y construido un becerro de oro, a semejanza de un cuadrúpedo ídolo egipcio,55 y comprendió que lo veneraban.56 La eventual idolatría cometida por el pueblo provocó la ira de Dios e, indignado, Moisés montó en cólera y arrojó las Tablas de la Ley, destruyendo asimismo el ídolo de oro. Las prescripciones divinas no obstante serían reescritas y reestablecidas por Moisés, siendo subsecuentemente adoptadas por el pueblo.
Iconográficamente, Moisés es representado como legislador del pueblo hebreo y portando las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos, siendo dichas Tablas su principal atributo en la creencia colectiva e imaginería visual tanto judía como cristiana.
Arte cristiano. Moisés recibe los Diez Mandamientos, sarcófago de mármol, 330 E.C. Liebieghaus, Fráncfort del Meno.
Otorgamiento de la Ley. Mosaico, siglo VI. Monasterio de Santa Catalina, Sinaí.
Moisés recibe la Ley en Sinaí y la transmite a los hebreos. Biblia de Grandval, manuscrito carolingio, c. 840 E.C. Museo Británico, Londres
Arte asquenazí. Los hebreos recolectan el maná y reciben la Ley. Hagadá de los Pajaritos, c. 1300.57 Museo de Israel, Jerusalén
Moisés presenta la Ley a los hebreos, Crónicas del Mundo, Praga, 1350-1375. Hochschul- und Landesbibliothek, Fulda.
Moisés recibe de Dios las Tablas de la Ley con los Diez Mandamientos. Relieve por Lorenzo Ghiberti, 1425-1452. Puertas del Paraíso, Baptisterio de Florencia.
Moisés, escultura de Miguel Ángel, 1513-1515. Basílica de San Pietro in Vincoli, Roma
Moisés con las Tablas de la Ley, boceto de Cavalier d'Arpino, 1580. Musée des Beaux-Arts, Lille
Moisés, óleo de Guido Reni, 1624 Galleria Borghese, Roma
Moisés con las Tablas de la Ley, óleo barroco de José de Ribera, 1638. Museo Nazionale di San Martino, Nápoles
Moisés con el Decálogo. Philippe de Champaigne, 1648. Museo del Hermitage, San Petersburgo
Moisés con las Tablas de la Ley. Rembrandt, 1659. Gemäldegalerie, Berlín
Moisés y Arón con el Decálogo, óleo, 1692. Museo Judío, Londres
Moisés recibe la Ley. William Blake, 1780. Centro Yale para el Arte Británico
Arte judío. Vitrales de las Doce Tribus de Israel: Leví. Marc Chagall, 1950. Sinagoga Hadasa, Ein Kerem, Jerusalén, 1960. Las Tablas de la Ley aluden específicamente a Moisés, cuya familia descendía directamente de Leví.
Travesía por la península de Sinaí[editar]
La travesía por una serie de parajes inhóspitos de la gran masa de personas fue dura y muchos empezaron a dar rumores y a murmurar contra sus líderes (Moisés y Aarón), aduciendo que era mejor estar bajo el yugo egipcio que padecer las penurias de la travesía. Moisés realizó innumerables milagros para aplacar la dureza de la travesía y demostrar al pueblo de Israel que Yahveh los guiaba. Las manifestaciones divinas fueron pródigas.
Tras golpearla con su vara, Moisés hace manar agua de la roca (cuadro por Tintoretto).58
Para alimentarlos, Yahveh hizo llover maná del cielo. Para beber, les dio múltiples fuentes de agua, como la fuente de agua amarga convertida en agua dulce. Mas, para dar agua a los israelitas, Moisés una vez golpeó con su vara una roca y perdió a causa de ello el derecho de entrar en la Tierra Prometida.
En su travesía por los desiertos, Israel lucha por primera vez contra los amalecitas, que eran un pueblo principal y vencen solo por la pujanza de Moisés. (Éxodo 17:8). Israel además vence a Arad, a los amorreos liderados por Sehón (Números, 21) y rodean tierras por donde no se les permite combatir ni se les da el paso, como es el caso de las tierras de Edom.
En el monte Sinaí, el pueblo judío fue organizado doctrinalmente por el sacerdocio menor de Aarón. Se les inculca estatutos, mandamientos y por sobre todo el desarrollar fidelidad a los convenios con Yahveh. Esta historia es contada en el Levítico.
En el mismo monte, Yahveh entrega el Decálogo de los Diez Mandamientos, pero al bajar Moisés junto a Josué, encuentra a su pueblo adorando un becerro de oro. Esta perversión a los ojos de Yahveh fue castigada con la muerte, así en el Éxodo se cuenta: «Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo: pasad y volved de puerta á puerta por el campo, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés: y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres».59 Situaciones como esta se sucederían varias veces en el trayecto hacia la tierra prometida.
Yahveh le volvió a dictar sus diez mandamientos y para transportar las sagradas escrituras, se construyó el arca de la alianza. Para portar dicha arca, se construyó el Tabernáculo, que sería el transporte del arca hasta que se llegara a la tierra prometida, donde se construiría un templo donde albergarla.
Ya cerca de la tierra prometida, Moisés encomienda a 12 espías el investigar y dar un reporte de las bondades de la tierra de promisión, pero al volver, 10 de los 12 espías dan un reporte sumamente desalentador sobre las gentes que moraban sobre estas tierras, inculcando miedo a las huestes armadas y por sobre todo desconfianza a las promesas de Yahveh. Debido a esto es aquí donde Dios castigó a Israel hablándole a Moisés y diciéndoles estas palabras:
«Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone y a Josué hijo de Nun... Conforme el número de los día, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo...»
Esta historia es contada en el libro de Números capítulo 13 y 14:26-35.
Monumento a Moisés en Monte Nebo, Jordania.
Según esos textos, Yahveh ―al ver el miedo de su pueblo elegido― prohibió la entrada de todo varón de guerra (mayores de 20 años) a la tierra de promisión, incluyendo al mismo Moisés a quien solo se le permitió verla desde lo alto de un monte (Nebo). Hay que aclarar, sin embargo, que la prohibición no incluía a los levitas (tribu a la que pertenecía Moisés), quienes no estaban registrados para la guerra, ni tampoco a Josué y Caleb, quienes sí mostraron fe en las promesas divinas. A Moisés no se le permitió entrar por un incidente posterior en el que se atribuyó crédito personal por un milagro de Yahveh (Números capítulo 20)
Ya estando cerca de Moab, Balac, rey de los moabitas ve venir a Israel por el margen oriental y teme del pueblo de Israel, manda a llamar a Balaam, adivino de Mesopotamia (Números 22) para que maldiga al pueblo de Israel; pero Yahveh envía a un ángel a interponerse en el camino de Balaam hacia el monte de Bamot-Baal y es persuadido a bendecir al pueblo israelita y lo hace tres veces a pesar de los deseos de Balac.
Finalmente, tras cuarenta años de vagar por el desierto, los hebreos de aquella generación murieron en el desierto (Éxodo 16: 35; Números 14: 33, 34: Deuteronomio 1: 1-3; 2: 7; 8: 2, 4).
Una nueva generación de hebreos libres, nacidos en el éxodo, llegaron a la Tierra Prometida y entraron por fin a ella guiados por Josué. Moisés, permaneció con aquellos que no iban a entrar a las tierras prometidas y sabiendo que no estaba lejos la hora de su muerte, le pasó el mando a Josué. Josué cruza el río Jordán dejando atrás casi 40 años de permanencia en el desierto de Parán y una distancia recorrida cercana a los 1000 km (a razón de 25 km/años) desde que dejaron Pi-Ramsés en Egipto.
Cuando murió Moisés, a la edad de ciento veinte años, fue llorado por su pueblo durante treinta días y treinta noches.