Evangelios apócrifos
Se denomina evangelios apócrifos a aquellos textos sobre hechos o dichos de Jesús no incluidos en el canon del Nuevo Testamento. Como señala Antonio Piñero,77 la mayor parte de los apócrifos no aportan información válida sobre el Jesús histórico, ya que se trata de textos bastante tardíos (posteriores a 150), y que utilizan como fuentes los evangelios canónicos.
Existen, sin embargo, algunas excepciones notables: el Evangelio de Pedro, el Papiro Egerton 2, los Papiros de Oxirrinco y, muy especialmente, el Evangelio de Tomás.78 Sobre la datación de estos textos no hay acuerdo entre los especialistas, pero la posición mayoritaria es que pueden contener información auténtica acerca de Jesús. Dado su carácter fragmentario, sin embargo, se han utilizado sobre todo para confirmar informaciones que también transmiten los evangelios canónicos.
Otros textos cristianos
Dichos atribuidos a Jesús en otros libros del Nuevo Testamento: estos dichos son denominados convencionalmente agrapha, es decir ‘no escritos’. Dejando aparte las cartas de Pablo, ya mencionadas, se encuentran dichos atribuidos a Jesús en Hechos de los Apóstoles (20, 35); en la Epístola de Santiago y en la Primera epístola de Pedro.
Referencias de otros escritores cristianos de los siglos II y III, entre las que destacan la primera y segunda epístola de Clemente; las cartas de Ignacio de Antioquía; y un texto perdido, atribuido a Papías de Hierápolis, titulado Exposición de las palabras del Señor, que supuestamente recogía tradiciones orales sobre Jesús, y del que se conocen solo fragmentos por citas de autores posteriores, como Ireneo de Lyon y Eusebio de Cesarea.79
La historicidad de estas referencias es considerada en general bastante dudosa.
Fuentes no cristianas
Artículo principal: Referencias históricas no cristianas sobre Jesús de Nazaret
Apenas hay menciones de Jesús en fuentes no cristianas de los siglos I y II. Ningún historiador se ocupó por extenso de su historia: solo existen alusiones de pasada, algunas de ellas ambiguas, y una de las de Flavio Josefo (el llamado «Testimonio flaviano») contiene posiblemente alguna interpolación posterior. Sin embargo, todas juntas bastan para certificar su existencia histórica.80
Al respecto The New Encyclopaedia Britannica afirma:
Estos relatos independientes demuestran que en la Antigüedad ni siquiera los opositores del cristianismo dudaron de la historicidad de Jesús, que comenzó a ponerse en tela de juicio, sin base alguna, a finales del siglo XVIII, a lo largo del XIX y a principios del XX.
The New Encyclopaedia Britannica81
Estas fuentes pueden dividirse en:
Fuentes judías
Dos menciones en una obra del historiador judío Flavio Josefo, Antigüedades judías.
El primer pasaje de la citada obra que menciona a Jesús es conocido con el nombre de «testimonio flaviano». Se encuentra en Antigüedades judías, 18, 63. Fue objeto de interpolaciones posteriores por copistas cristianos, y se discute incluso si en su versión original aludía a Jesús.
El segundo pasaje tiene mayores visos de verosimilitud, ya que está estrechamente relacionado con el contexto de la obra y parece improbable que se trate de una interpolación. Se encuentra en Antigüedades judías, 20, 200, y se refiere a la lapidación de Santiago, que el texto identifica como hermano de Jesús, un personaje que es identificado del mismo modo en algunos textos de Pablo de Tarso. Tampoco hay consenso acerca de este pasaje, pero la mayor parte de los autores lo considera auténtico.
Menciones en el tratado Sanhedrin del Talmud babilónico: no está claro si estos pasajes se refieren a Jesús de Nazaret. En Sanh., 43 a. se dice que Yeshu fue colgado «la víspera de Pascua», por haber practicado la hechicería y por incitar a Israel a la apostasía. Se menciona incluso el nombre de cinco de sus discípulos: Matthai, Nakai, Nezer, Buni y Todah. La mayor parte de los estudiosos data esta referencia en fecha muy tardía, y no la considera una fuente de información independiente.82
Fuentes romanas
Brevísimas menciones en sendas obras de Plinio el Joven (62-113), Tácito (61-117) y Suetonio (f. 160). Son más bien referencias a la actividad de los cristianos:
A comienzos del siglo II, Plinio el Joven, en una carta al emperador Trajano, menciona que "Estos cristianos (Aquellos que hace comparecer ante sí mismo como cristianos) que consienten en ser sacrificados, los devuelve absueltos. Por otra parte, aseguran no haber hecho ningún mal: dicen haber, simplemente, elevado cánticos a Cristo, como los que se dedican a un dios" «le cantan himnos a Cristo (casi Dios, según dicen)» (Epístolas 10:96).
Hacia 116 ó 117, el historiador Tácito, en sus 'Anales' hablando de Nerón, comenta que después del incendio de Roma inflingía penas severas a los partidarios de un tal Cristo, que había sido supliciado bajo Poncio Pilato, los cristianos toman su nombre "de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato" (Anales, 15:44:2-3).
Suetonio (121) en una nota al parecer tomada de un documento de la policía de la época de Claudio (41-54) hacia 120, menciona a los cristianos y en otro pasaje de la misma obra, hablando del emperador Claudio, dice que a «los judíos, instigados por Chrestus, los expulsó de Roma por sus hábitos escandalosos» (De Vita Caesarum. Divus Claudius, 25). 'Los hebreos fueron expulsados de Roma, culpables de haber provocado tumultos bajo la instigación de un tal "Chrestus". Otra versión del mismo texto indica que Claudio: 'Expulsó de Roma a los judíos por las continuas peleas a causa de un tal Cresto'. El nombre Chrestus ha sido interpretado como una lectura deficiente de Christus; sin embargo, no puede excluirse que el pasaje haga referencia a un agitador judío en la Roma de los años 50.
Existe otro texto que, aunque es bastante dudoso, podría ser una referencia a Jesús de Nazaret: se trata de una carta, conservada en siríaco, escrita por un tal Mara Bar-Serapion, en la que se habla de un «rey sabio» condenado a muerte por los judíos. No hay acuerdo sobre si esta carta data del siglo I, II o III de nuestra era, y tampoco está claro si es o no una referencia a Jesús de Nazaret.
La escasez de fuentes no cristianas sugiere que la actividad de Jesús no llamó la atención en su época, aunque según las fuentes cristianas su predicación habría congregado a multitudes. Las fuentes no cristianas no aportan nada al conocimiento de Jesús como personaje histórico, y solo se usaron para demostrar su existencia.83
Metodología
La investigación histórica de las fuentes cristianas sobre Jesús de Nazaret exige la aplicación de métodos críticos que permitan discernir las tradiciones que se remontan al Jesús histórico de aquellas que constituyen adiciones posteriores, correspondientes a las primitivas comunidades cristianas.
La iniciativa en esta búsqueda partió de investigadores cristianos. Durante la segunda mitad del siglo XIX, su aportación principal se centró en la historia literaria de los evangelios.
Los principales criterios sobre los que existe consenso a la hora de interpretar las fuentes cristianas son, según Antonio Piñero,84 los siguientes:
Criterio de desemejanza o disimilitud: según este criterio, pueden darse por ciertos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús en las fuentes que sean contrarios a concepciones o intereses propios del judaísmo anterior a Jesús o del cristianismo posterior a él. Contra este criterio, se han formulado objeciones, ya que, al desvincular a Jesús del judaísmo del siglo I, se corre el peligro de privarle del contexto necesario para entender varios aspectos fundamentales de su actividad.
Criterio de dificultad: pueden considerarse también auténticos aquellos hechos o dichos atribuidos a Jesús que resulten incómodos para los intereses teológicos del cristianismo.
Criterio de atestiguación múltiple: pueden considerarse auténticos aquellos hechos o dichos de Jesús de los que pueda afirmarse que proceden de diferentes estratos de la tradición. A este respecto, suelen considerarse que, al menos parcialmente, aportan fuentes independientes entre sí Q, Marcos, el material propio de Lucas, el material propio de Mateo, el Evangelio de Juan, ciertos evangelios apócrifos (muy especialmente, en relación con los dichos, el Evangelio de Tomás, pero también otros como el Evangelio de Pedro o el Evangelio Egerton), y otros. Este criterio se refiere también a la atestiguación de un mismo dicho o hecho en formas o géneros literarios diferentes.
Criterio de coherencia o consistencia: pueden darse también por ciertos aquellos dichos o hechos que son coherentes con lo que los criterios anteriores han permitido establecer como auténtico.
Criterio de plausibilidad histórica: según este criterio, puede considerarse histórico aquello que sea plausible en el contexto del judaísmo del siglo I, así como aquello que pueda contribuir a explicar ciertos aspectos del influjo de Jesús en los primeros cristianos. Como resalta Piñero,85 este criterio contradice al de desemejanza, enunciado en primer lugar.
No todos los autores, sin embargo, interpretan del mismo modo estos criterios, e incluso hay quienes niegan la validez de algunos de ellos.
Contexto
Marco histórico
El pueblo judío, sin estado propio desde la destrucción del Primer Templo en 587 a. C., en tiempos de Nabucodonosor II, había pasado varias décadas sometido, sucesivamente, a babilonios, persas, la dinastía ptolemaica de Egipto y el Imperio seléucida, sin que se produjeran conflictos de gravedad. En el siglo II a. C., sin embargo, el monarca seléucida Antíoco IV Epífanes, decidido a imponer la helenización del territorio, profanó el Templo (el Segundo Templo, reconstruido en época persa), lo que desencadenó una rebelión, acaudillada por una familia sacerdotal, los Macabeos, que tendría como consecuencia el establecimiento de un nuevo estado judío independiente, que duraría hasta el año 63 a. C.
Reconstrucción hipotética de la ciudad de Jerusalén (siglo I).
En este año, el general romano Pompeyo intervino en la guerra civil que enfrentaba a dos hermanos de la dinastía asmonea, Hircano II y Aristóbulo II. Con esta intervención dio comienzo el dominio romano en Palestina. Dicho dominio, sin embargo, no se ejerció siempre de forma directa, sino mediante la creación de uno o varios estados clientes, que pagaban tributo a Roma y estaban obligados a aceptar sus directrices. El propio Hircano II fue mantenido por Pompeyo al frente del país, aunque no como rey, sino como etnarca. Posteriormente, tras un intento de recuperar el trono del hijo de Aristóbulo II, Antígono, quien fue apoyado por los partos, el hombre de confianza de Roma fue Herodes, quien no pertenecía a la familia de los asmoneos, sino que era hijo de Antípatro, un general de Hircano II de origen idumeo.
Tras su victoria sobre los partos y los seguidores de Antígono, Herodes fue nombrado rey de Judea por Roma en 37 a. C. Su reinado, durante el cual, según opinión mayoritaria, tuvo lugar el nacimiento de Jesús de Nazaret, fue un período relativamente próspero.
A la muerte de Herodes, en 4 a. C., su reino se dividió entre tres de sus hijos: Arquelao fue designado etnarca de Judea, Samaria e Idumea; a Antipas (llamado Herodes Antipas en el Nuevo Testamento) le correspondieron los territorios de Galilea y Perea, que gobernó con el título de tetrarca; por último, Filipo heredó, también como tetrarca, las regiones más remotas: Batanea, Gaulanítide, Traconítide y Auranítide.
Estos nuevos gobernantes correrían diversa suerte. Mientras que Antipas se mantuvo en el poder durante cuarenta y tres años, hasta 39, Arquelao, debido al descontento de sus súbditos, fue depuesto en 6 d. C. por Roma, que pasó a controlar directamente los territorios de Judea, Samaría e Idumea.
En el período en que Jesús desarrolló su actividad, por lo tanto, su territorio de origen, Galilea, formaba parte del reino de Antipas, responsable de la ejecución de Juan el Bautista, y al que una tradición tardía, que solo se encuentra en el Evangelio de Lucas, hace jugar un papel secundario en el juicio de Jesús. Judea, en cambio, era administrada directamente por un funcionario romano, perteneciente al orden ecuestre, que llevó primero el título de prefecto (hasta el año 41) y luego (desde el 44) el de procurador. En el período de la actividad de Jesús, el prefecto romano era Poncio Pilato.
El prefecto no residía en Jerusalén, sino en Cesarea Marítima, ciudad de la costa mediterránea que había sido fundada por Herodes el Grande, aunque se desplazaba a Jerusalén en algunas ocasiones (por ejemplo, con motivo de la fiesta de Pésaj o Pascua, como se relata en los evangelios, ya que era en estas fiestas, que congregaban a miles de judíos, cuando solían producirse tumultos). Contaba con unos efectivos militares relativamente reducidos (unos 3.000 hombres),86 y su autoridad estaba supeditada a la del legado de Siria. En tiempos de Jesús, el prefecto tenía el derecho exclusivo de dictar sentencias de muerte (ius gladii).
Sin embargo, Judea gozaba de un cierto nivel de autogobierno. En especial, Jerusalén estaba gobernada por la autoridad del sumo sacerdote, y su consejo o Sanedrín. Las competencias exactas del Sanedrín son objeto de controversia, aunque en general se admite que, salvo en casos muy excepcionales, no tenían la potestad de juzgar delitos capitales.
El carácter particular de Galilea
Aunque separada de Judea por la historia, Galilea era en el siglo I una región de religión judía. Tenía, sin embargo, algunos rasgos diferenciales, como una menor importancia del Templo, y una menor presencia de sectas religiosas como los saduceos y los fariseos. Estaba muy expuesta a las influencias helenísticas y presentaba grandes contrastes entre el medio rural y el medio urbano.
Al este de Galilea se encontraban las diez ciudades de la Decápolis, situadas todas ellas al otro lado del río Jordán, a excepción de una, Escitópolis (llamada también Bet Shean). Al noroeste, Galilea limitaba con la región sirofenicia, con ciudades como Tiro, Sidón y Aco/Tolemaida. Al sudoeste se situaba la ciudad de Cesarea Marítima, lugar de residencia del prefecto (luego procurador) romano. Por último, al sur se encontraba otra importante ciudad, Sebaste, así llamada en honor al emperador Augusto.87
En pleno corazón de Galilea se encontraban también dos importantes ciudades: Séforis, muy cercana (5 ó 6 km) a la localidad de donde era originario Jesús, Nazaret; y Tiberíades, construida por Antipas y cuyo nombre era un homenaje al emperador Tiberio. Tiberíades era la capital de la monarquía de Antipas, y estaba muy próxima a Cafarnaún, ciudad que fue con probabilidad el centro principal de la actividad de Jesús.
Es importante destacar que las ciudades eran focos de influencia de la cultura helenística. En ellas residían las élites, en tanto que en el medio rural habitaba un campesinado empobrecido, del que procedía con toda probabilidad Jesús. Las ciudades eran en general favorables a Roma, como se demostró con ocasión de la Primera Guerra Judía.
En las fuentes cristianas no se menciona que Jesús visitase ninguna de las ciudades de Galilea ni de su entorno. Sin embargo, dada la proximidad de Tiberíades a los principales lugares mencionados en los evangelios, es difícil pensar que Jesús se sustrajo por completo a la influencia helenística.
El medio campesino, del que procedía Jesús, veía con hostilidad las ciudades. Los campesinos de Galilea soportaban importantes cargas impositivas, tanto del poder político (la monarquía de Antipas), como del religioso (el Templo de Jerusalén), y su situación económica debió de ser bastante difícil.
Galilea fue la región judía más conflictiva durante el siglo I, y los principales movimientos revolucionarios antirromanos, desde la muerte de Herodes el Grande en 4 a. C. hasta la destrucción de Jerusalén en el año 70, se iniciaron en esta región. La lucha contra el Imperio romano fue, según Geza Vermes, «una actividad galilea general en el primer siglo d. C.».88
El judaísmo en los tiempos de Jesús
En tiempos de Jesús, al igual que en la actualidad, el judaísmo era una religión monoteísta, basada en la creencia de un único Dios. Los judíos creían que Dios había elegido a su pueblo, Israel, y había establecido con él una alianza a través de Abraham y Moisés, principalmente. Los actos fundamentales de dicha alianza eran, para los judíos, la vocación de Abraham, el éxodo, y la promulgación de la ley en el Sinaí.89 La fidelidad de los judíos a esta alianza se manifestaba, además de en su adoración a su único Dios, en la rigurosidad con que seguían los mandamientos y preceptos de la Torá, o la llamada Ley mosaica; esta regulaba todos los aspectos de la vida de los judíos, como la obligación de circuncidar a los hijos varones, la prohibición de trabajar en sábado, y otras ciertas reglas alimentarias (por ejemplo, la de no comer carne de cerdo) y de purificación.
Maqueta del Segundo templo de Jerusalén, de época contemporánea a Jesús de Nazaret.
En el siglo I, el centro del culto a Dios era el Templo de Jerusalén. Era necesario acudir a este tres veces al año (durante las llamadas fiestas de peregrinación), para realizar diversos sacrificios y entregar ofrendas. El culto del Templo era administrado por los sacerdotes y levitas, cuyo número era muy elevado,90 los que desempeñaban los llamados oficios sagrados durante las fiestas, tales como custodiar y limpiar el Templo, preparar los animales y la leña para los sacrificios, y cantar salmos durante las celebraciones públicas.91 Los sacerdotes y levitas se mantenían con los tributos de los campesinos, obligatorios para todos los judíos.
Pero el Templo no era el único lugar en que se rendía culto a Dios: en época de Jesús existía también la costumbre de reunirse cada sábado en las sinagogas. Mientras que el culto en el Templo estaba dominado por los sacerdotes, la costumbre de reunirse en las sinagogas fue promoviendo la religiosidad de los laicos.92 Además, en las sinagogas no se llevaban a cabo sacrificios a diferencia del Templo, sino que tan solo se leían y comentaban los textos sagrados.
En la época de Jesús, existían sectas divergentes dentro del judaísmo. El autor que más información proporciona sobre este tema es Flavio Josefo. Este93 distingue entre tres sectas principales: la saducea, la esenia y la farisea. Esta última era bastante respetada por el pueblo y estaba constituida principalmente por laicos.94
Creían en la inmortalidad del alma y eran conocidos por el rigor con que interpretaban la ley, considerando a la tradición como fuente de esta. En cuanto a los saduceos, gran número de ellos formaba parte de la casta sacerdotal, pero en oposición a los fariseos, rechazaban la idea de que la tradición era fuente de ley y negaban también la inmortalidad del alma. Por último, el grupo de los esenios es considerado por la inmensa mayoría de los investigadores como el autor de los denominados manuscritos del Mar Muerto. Constituían una especie de monacato, cuyos seguidores eran estrictos cumplidores de la ley, aunque diferían de los otros grupos religiosos en su interpretación de esta. Los nazarenos eran hebreos que se consagraban particularmente al culto de Dios, no bebían licor alguno que pudiera embriagar, y no se cortaban la barba ni el cabello.95
Otro aspecto de suma importancia en el judaísmo del siglo I es su concepción apocalíptica: la creencia en una intervención futura de Yahvé, que restauraría el poder de Israel y tras la que reinarían la paz y armonía universales. Esta idea adquirió gran fuerza en la época en que el pueblo judío fue sometido por la ocupación romana (aunque está ya presente en varios de los libros proféticos de la Tanaj, especialmente en el Libro de Isaías), y se relaciona estrechamente con la creencia en la llegada de un Mesías. Además, es muy mencionada en la llamada literatura intertestamentaria: libros apócrifos generalmente atribuidos a patriarcas u otras figuras destacadas de la Biblia hebrea.
El hombre
Jesús de Nazaret nació con bastante probabilidad en torno al año 4 a. C., aunque la fecha no puede determinarse con seguridad. Según la opinión hoy mayoritaria entre los estudiosos su lugar de nacimiento fue la aldea galilea de Nazaret, aunque pudo haber nacido también en Belén, en Judea, cerca de Jerusalén. Es probable que sus padres se llamaran José y María, y que tuviera varios hermanos y hermanas. No hay constancia de que estuviera casado; probablemente era célibe, aunque tampoco hay ninguna fuente que lo afirme. Cuando tenía aproximadamente treinta años, se hizo seguidor de un predicador conocido como Juan el Bautista y, cuando este fue capturado por orden del tetrarca de Galilea, Antipas (o tal vez antes), formó su propio grupo de seguidores. Como predicador itinerante, recorrió varias localidades de Galilea, anunciando una inminente transformación que denominaba Reino de Dios. Predicaba en arameo, aunque es muy probable que conociese también el hebreo, lengua litúrgica del judaísmo, tanto en sinagogas como en casas privadas y al aire libre. Entre sus seguidores había varias mujeres.
Desarrolló su predicación durante un tiempo imposible de concretar, pero que en cualquier caso no excedió de tres años, y muy probablemente fue bastante inferior. Durante su predicación, alcanzó fama en la región como sanador y exorcista. Según su punto de vista, su actividad como taumaturgo anunciaba también el Reino de Dios. Fue acusado de borracho y comilón, amigo de publicanos y prostitutas (Mt 11,19), y de exorcizar con el poder del príncipe de los demonios (Mt, 12, 22-30). Sus familiares lo tuvieron por enajenado (Mc 3,21). Las muchedumbres le inspiraban compasión (Mt 14, 14) y la única vez que habló de su personalidad se autodefinió como manso y humilde de corazón (Mt, 11-29) pero rechazó ser llamado bueno, porque solo Dios es bueno (Mc 10,18). La presencia viva de Jesús generaba en sus discípulos una alegría liberadora: «¿acaso pueden los compañeros del novio ayunar mientras el novio está con ellos? Mientras que tienen con ellos al esposo no pueden ayunar» (Mc 2, 19).
Con motivo de la fiesta de la Pascua, acudió con un grupo de seguidores suyos a Jerusalén. Probablemente por algo que hizo o dijo en relación con el Templo de Jerusalén, aunque no pueden excluirse otros motivos, fue detenido por orden de las autoridades religiosas judías de la ciudad, quienes lo entregaron al prefecto romano, Poncio Pilato, acusado de sedición. Como tal, fue ejecutado, posiblemente en torno al año 30, por orden de las autoridades romanas de Judea. A su muerte, sus seguidores se dispersaron, pero poco después vivieron colectivamente una experiencia que les llevó a creer que había resucitado y que regresaría en un plazo breve para establecer el Reino de Dios que había predicado en vida.
Nombre
Jesús es la forma latinizada del griego Ιησοῦς (Iesoûs), con el que es mencionado en el Nuevo Testamento, escrito en griego. El nombre deriva del hebreo Ieshú, forma abreviada de Yeshúa, la variante más extendida del nombre Yehoshúa, que significa ‘Yahveh salva’, y que designa así mismo a Josué, un conocido personaje del Antiguo Testamento, lugarteniente y sucesor de Moisés.96
Se sabe que era un nombre frecuente en la época, ya que en la obra de Flavio Josefo son mencionados unos veinte personajes de igual denominación.97 La forma de este nombre en arameo ―el idioma de la Judea del siglo I― es la que con toda probabilidad usó Jesús: Ieshuá (ישׁוע, Yēšûaʿ).
En Marcos y Lucas, Jesús es llamado Iesoûs hó Nazarēnós (Ιησοῦς ὅ Ναζαρηνός);98 en Mateo, Juan y a veces en Lucas se utiliza la forma Iesoûs hó Nazoraîos (Ιησοῦς ὅ Ναζωραῖος),99 que aparece también en Hechos de los Apóstoles.100 La interpretación de estos epítetos depende de los autores: para la mayoría, ambos hacen referencia a su localidad de origen, Nazaret; otros, interpretan el epíteto nazoraîos (‘nazoreo’) como compuesto de las palabras hebreas neser (‘retoño’) y semah (‘germen’); según esta interpretación, el epíteto tendría un carácter mesiánico; otros, en cambio, lo interpretan como Nazareo (separado para Yahveh).101 El Diccionario de la lengua española (de la Real Academia Española) recoge para la palabra «nazareno» la descripción: ‘Hebreo que se consagraba particularmente al culto de Dios, no bebía licor alguno que pudiese embriagar, y no se cortaba la barba ni el cabello’.102 Muy posiblemente, en tiempos de Jesús hubiese unos cuantos hombres más que actuasen de esta manera como servicio religioso.
Lugar y fecha de nacimiento
Jesús nació probablemente en Nazaret, en Galilea,103 ya que en la mayoría de las fuentes se le llama «Jesús de Nazaret»,104 y en la antigüedad solía expresarse de esta forma el lugar de nacimiento.105 Sin embargo, dos evangelios (Lucas y Mateo), los únicos que entre los evangelios canónicos hacen referencia a la infancia de Jesús,106 relatan su nacimiento en Belén, en Judea. Aunque este lugar de nacimiento es el comúnmente aceptado por la tradición cristiana, los investigadores actuales han puesto de relieve que los relatos de Mateo y Lucas están elaborados con temas de la tradición davídica, contienen varios elementos históricamente poco fiables, y muestran una clara intención de demostrar que Jesús era el Mesías, que, según Miq 5,2, debía nacer en Belén.107 108 Son muchos los críticos actuales que consideran que la historia del nacimiento de Jesús en Belén es una adición posterior de los autores de estos evangelios y no se corresponde con la realidad histórica.103 Sin embargo, otros autores, la mayoría de ellos católicos, entienden que no hay razones para dudar de la veracidad histórica de Mateo y Lucas en lo referente a este punto.109
Aunque Nazaret es citada 12 veces en los evangelios,110 y las investigaciones arqueológicas indican que el pueblo fue continuamente ocupado desde el siglo VII antes de la era común,110 111 «Nazaret» no es mencionada por historiadores o geógrafos de los primeros siglos de la era común. Según John P. Meier, Nazaret era «un lugar insignificante situado en los montes de la Baja Galilea, un pueblo tan oscuro que nunca lo mencionan el Antiguo Testamento, Josefo, Filón, ni la literatura temprana de los rabinos, ni los pseudepigrapha del Antiguo Testamento».111 Aunque Lucas 1:26 la llama «ciudad», en realidad sería una pobre aldea que debió toda su importancia posterior al hecho cristiano.112 El nombre de nazarenos dado a los cristianos palestinenses del siglo I era sin dudas irónico y despectivo, y en tal sentido el nombre de Jesús se acompañó con el título «de Nazaret», un lugar oscuro que en nada lo favorecía, tal lo señalado por Raymond E. Brown.113
Con los datos con que se cuenta en el presente, no es posible precisar el año del nacimiento de Jesús de Nazaret. Se considera un dato bastante seguro que la muerte de Herodes el Grande tuvo lugar en el año 4 a. C. De allí que al datar el nacimiento de Jesús, la gran mayoría de los autores se decantan por un rango entre los años 7 y 4 a. C., ya que existe probabilidad a favor de que el nacimiento haya sucedido en los últimos años del reinado de Herodes el Grande.114 115 116 117 118 119 120 Algunos autores extienden el plazo probable del nacimiento a 8 a. C.,121 o 3-2 a. C.,122 aunque estas posiciones son hoy claramente minoritarias.123
Las fuentes cristianas no ofrecen una cronología absoluta de los acontecimientos de la vida de Jesús, con una sola salvedad: Lc 3,1 fija el comienzo de la actividad de Juan el Bautista en «el año quince del reinado de Tiberio», que posiblemente pueda interpretarse como equivalente a uno de estos años: 27, 28 o 29. Un poco más adelante (Lc 3,23), indica que Jesús contaba aproximadamente 30 años al comienzo de su predicación. Además de situar ―al igual que Mateo― el nacimiento de Jesús al final del reinado de Herodes el Grande, el relato de Evangelio de Lucas 2, 1-2 menciona el «censo de Quirino» (cuyo nombre completo y preciso es Publio Sulpicio Quirinio, siendo «Quirino» o «Cirino» probables desviaciones de los copistas),124 lo que plantea un problema histórico que no se ha resuelto. En Antigüedades judías, 17.13; 18.1, el historiador Flavio Josefo aludió a un censo bajo Cirino (Quirinio o Quirino) siendo Coponio procurador de Judea. Si se cotejan los versículos de Lucas con todas las crónicas históricas sobre el gobierno de Quirinio en Siria y los empadronamientos que se hicieron bajo el mandato de César Augusto, se llega al hecho de que se desconoce que se haya ordenado un censo que «abarcara a todo el mundo conocido bajo Augusto», y que el censo de Judea, que no incluía a Nazaret, y que se llevó a cabo bajo Quirinio, habría ocurrido unos diez años después de la muerte de Herodes el Grande,120 es decir, en el año 6 o 7 d. C.121 y por lo tanto, presumiblemente después del nacimiento de Jesús.124 Es probable que post factum, es decir, tras la muerte de Jesús de Nazaret, su nacimiento se haya asociado a recuerdos dispersos de acontecimientos que ocurrieron unos años antes o después del nacimiento en sí. Sobre este punto, Antonio Piñero señaló: «La inmensa mayoría de los investigadores cree que Lucas se refiere «de oídas» al censo de Quirinio del 6 d. C, por tanto unos diez años después del nacimiento de Jesús».116
Convencionalmente, se adoptó como la fecha de nacimiento de Jesús la calculada en el siglo VI por Dionisio el Exiguo, basada en cálculos erróneos y que hoy sirve de inicio de la llamada era cristiana;125 también convencionalmente, en el siglo IV comenzó a celebrarse su nacimiento el 25 de diciembre.126
Orígenes familiares
Sobre la familia de Jesús, todos los evangelios están de acuerdo en el nombre de su madre, María y de su padre, José, si bien dos de los evangelios (Mateo y Lucas) contienen relatos, diferentes entre sí, acerca de la concepción milagrosa de Jesús por obra del Espíritu Santo. Según estos relatos, José no habría sido su padre verdadero, sino solo su padre legal, por ser el esposo de María. La mayoría de los investigadores127 creen que estos relatos son bastante tardíos: no se mencionan en los evangelios de Marcos y de Juan, y existen indicios que permiten sospechar que en tiempo de Jesús este era conocido como «hijo de José».128
Los hermanos de Jesús son mencionados en varias ocasiones en los evangelios y en otros libros del Nuevo Testamento (sobre este tema, véase el artículo Hermanos de Jesús).129 En Mc 6:3 se mencionan los nombres de los cuatro hermanos varones de Jesús: Jacob (Santiago), José, Judas y Simeón o Simón, y se indica también la existencia de dos hermanas.130
Son numerosas las fuentes que indican la ascendencia davídica de Jesús, a través de José (a pesar de que, como antes se ha dicho, algunos evangelios afirman explícitamente que José no fue el padre biológico de Jesús). Varios pasajes del Nuevo Testamento muestran que era llamado «hijo de David»,131 y que la idea de su origen davídico estaba muy extendida en los primeros años del cristianismo132 aunque él nunca se refirió a sí mismo como tal. Los críticos no están de acuerdo, sin embargo, en que esta ascendencia davídica sea un dato cierto, dado que puede tratarse de una adición de los evangelistas para demostrar la condición mesiánica de Jesús. Las genealogías de Jesús que aparecen en Mateo y Lucas (Mt 1:1-16 y Lc 3:23-31) son diferentes entre sí, aunque ambas vinculan a José, padre legal de Jesús con la estirpe de David.133
Otros datos: religión, lengua, profesión
La actividad de Jesús se inscribió en el marco de la religiosidad judía. De las fuentes se infiere que en general cumplió los preceptos de la Ley mosaica (aunque en ocasiones discrepara de la interpretación que de ella hacían algunos grupos religiosos), y que participó de creencias comunes en el judaísmo del siglo I (como la existencia de demonios o la resurrección de los muertos).134
Los investigadores están de acuerdo en que la lengua materna de Jesús fue el arameo. Aunque los evangelios están escritos en griego, contienen frecuentes expresiones en arameo, la mayor parte de ellas atribuidas a Jesús. Además, el arameo era la lengua habitual de los judíos de Galilea. Seguramente el arameo hablado en Galilea era una variante dialectal reconocible, como lo atestigua el hecho de que Pedro sea reconocido por su acento en Jerusalén (véase Mt 26, 73).
No puede aclararse si Jesús hablaba o no griego.135 En general se cree que conocía el hebreo, que en la época era solo una lengua religiosa y de cultura, y que sabía leer, ya que en una ocasión se le presenta leyendo el Libro de Isaías (escrito en hebreo) en una sinagoga.136
Parece ser que tanto Jesús como su padre, José, ejercieron la profesión de carpinteros.137 En cualquier caso, hay bastante consenso en cuanto a que procedía de un medio campesino. En su predicación hizo también constantes referencias a las labores agrícolas, y apenas parece interesado por el medio urbano (no hay constancia de que en su predicación visitara nunca las principales ciudades de Galilea, a pesar de que la importante ciudad de Séforis se hallaba a corta distancia de Nazaret).
Su actividad
No se conoce con certeza cuánto tiempo duró la vida pública de Jesús. Los Evangelios sinópticos mencionan una sola fiesta de Pascua celebrada por él con sus discípulos en Jerusalén, durante la cual fue detenido y crucificado. Eso parece sugerir que su vida pública duró solamente un año. En el Evangelio de Juan, por el contrario,138 se mencionan tres fiestas de Pascua, las tres celebradas por Jesús en Jerusalén, lo que hace suponer que el ministerio de Jesús se prolongó durante dos o tres años. En todos los evangelios solo hay una indicación precisa de fecha, la que se ofrece en Lucas (Lc 3:1-2), indicando que la actividad de Juan el Bautista se inició el año 15 del mandato de Tiberio, lo que puede coincidir, según diferentes cálculos, con los años 27, 28 o incluso 29 de nuestra era, aunque la mayoría de los autores se inclina por el año 28.139
La vida pública de Jesús se inicia, según todos los evangelios, con su bautismo por Juan el Bautista en el río Jordán. Es probable que Jesús iniciase su actividad como seguidor del Bautista.
Seguido de un grupo de fieles, de entre los cuales escogió a sus más allegados, los doce apóstoles o enviados, recorrió en su actividad toda Galilea (especialmente el área en torno a Cafarnaún) y las regiones aledañas de Fenicia, la Decápolis y el territorio de la tetrarquía de Herodes Filipo.
Según las fuentes cristianas, su predicación transmitía un mensaje de esperanza especialmente dirigido a los marginados y pecadores (Lc 15). Posiblemente llegó a congregar a grandes multitudes (se habla, por ejemplo, de cinco mil personas en referencia a la multiplicación de los panes y los peces).140 Se trasladó a Jerusalén para celebrar allí la Pascua con sus discípulos, y entró triunfalmente en la ciudad.