Profecías en el Antiguo Testamento concernientes a Jesús
Según los autores del Nuevo Testamento, la vida de Jesús supuso el cumplimiento de algunas profecías formuladas en ciertos libros del Antiguo Testamento. Los libros bíblicos más citados en este sentido por los primeros cristianos fueron Isaías, Jeremías, los Salmos, Zacarías, Miqueas y Oseas. Para los autores del Nuevo Testamento, en una visión compartida por los cristianos posteriores, en estos textos se anuncia la venida de Jesús de Nazaret, que sería el Mesías que esperaba el pueblo de Israel. A menudo los redactores de los evangelios, sobre todo el autor del Evangelio de Mateo, citan explícitamente estos textos para subrayar el cumplimiento de estas profecías en la vida y muerte de Jesús. Entre otras cosas, consideran que fueron profetizadas las circunstancias y el lugar de nacimiento de Jesús (Is 7,14; Miq 5,2);57 su relación con Galilea (Is 9,1);58 su condición mesiánica (Is 9, 6-7; Is 11, 1-9; Is 15, 5);59 el papel de precursor de Juan el Bautista (Is 40,3)60 e incluso su pasión y muerte sacrificial (a este respecto se citan sobre todo cuatro poemas, incluidos en el Deutero Isaías (o Segundo Isaías),61 que presentan la figura de un siervo de Yahvé,62 a cuyo sacrificio se atribuye un valor redentor, pero también otros muchos pasajes.63
Los judíos, que también consideran sagrados estos libros, no aceptan la creencia cristiana de que estas profecías se refieren a Jesús de Nazaret. Para la investigación histórica actual, el principal interrogante es hasta qué punto estos libros contribuyeron a moldear los relatos evangélicos.
Jesús según la investigación histórica
Papiro Magdalen, P64
A diferencia de lo que ocurre con otros personajes de la Antigüedad, pero al igual que sucede con otros muchos, no existen evidencias arqueológicas que permitan verificar la existencia de Jesús de Nazaret. La explicación principal que se da a este hecho es que Jesús no alcanzó mientras vivía una relevancia suficiente como para dejar constancia en fuentes arqueológicas, dado que no fue un importante líder político, sino un sencillo predicador itinerante.64 Si bien los hallazgos de la arqueología no pueden ser aducidos como prueba de la existencia de Jesús de Nazaret, sí confirman la historicidad de gran número de personajes, lugares y acontecimientos descritos en las fuentes.65
Por otro lado, Jesús, como muchos destacados dirigentes religiosos y filósofos de la Antigüedad,66 no escribió nada, o al menos no hay constancia alguna de que así haya sido. Todas las fuentes para la investigación histórica de Jesús de Nazaret son, por lo tanto, textos escritos por otros autores. El más antiguo documento inequívocamente concerniente a Jesús de Nazaret67 es el llamado Papiro P52, que contiene un fragmento del Evangelio de Juan y que data, según los cálculos más extendidos, del 125 aproximadamente (es decir, casi un siglo después de la fecha posible de la muerte de Jesús, hacia el año 30). No obstante, en investigaciones recientes publicadas por el papirólogo y teólogo alemán Carsten Peter Thiede, se afirma que el Papiro 7Q5 y el Papiro Magdalena, con citas del Evangelio de Marcos y del Evangelio de Mateo, pueden ser fechados hacia la segunda mitad del siglo I.
Papiro P52, Rylands 457.
Si bien los testimonios materiales referentes a la vida de Jesús son muy tardíos, la investigación filológica ha logrado reconstruir la historia de estos textos con un alto grado de probabilidad, lo que arroja como conclusión que los primeros textos sobre Jesús (algunas cartas de Pablo) son posteriores en unos veinte años a la fecha probable de su muerte, y que las principales fuentes de información acerca de su vida (los evangelios canónicos) se redactaron en la segunda mitad del siglo I. Existe un amplio consenso acerca de esta cronología de las fuentes, al igual que es posible datar algunos (muy escasos) testimonios acerca de Jesús en fuentes no cristianas entre la última década del siglo I y el primer cuarto del siglo II.
En el estado actual de conocimientos acerca de Jesús de Nazaret, la opinión predominante en medios académicos es que se trata de un personaje histórico,1 cuya biografía y mensaje experimentaron modificaciones por parte de los redactores de las fuentes.68 Existe, sin embargo, una minoría de estudiosos que, desde una crítica radical de las fuentes, consideran probable que Jesús ni siquiera fuese un personaje histórico real, sino una entidad mítica, similar a otras figuras objeto de culto en la Antigüedad.1
Fuentes
Son sobre todo las fuentes cristianas, obviamente parciales, las que proporcionan información sobre Jesús de Nazaret. Los textos cristianos reflejan principalmente la fe de las comunidades primitivas, y no pueden considerarse, sin más, documentos históricos.
Los textos en los que la crítica actual cree posible hallar información acerca del Jesús histórico son, principalmente, los tres Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Secundariamente, proporcionan también información acerca de Jesús de Nazaret otros escritos del Nuevo Testamento (el Evangelio de Juan, las Epístolas de Pablo de Tarso), algunos evangelios apócrifos (como el de Tomás y el de Pedro), y otros textos cristianos.
Por otro lado, existen referencias a Jesús en unas pocas obras no cristianas. En algunos casos se ha puesto en duda su autenticidad (Flavio Josefo), o que se refieran al mismo personaje cuya vida relatan las fuentes cristianas (Suetonio). Apenas aportan alguna información, excepto que fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato (Tácito) y que fue considerado un embaucador por los judíos ortodoxos.
Fuentes cristianas
Son muy numerosos los escritos cristianos de los siglos I y II en los que se encuentran referencias a Jesús de Nazaret. Sin embargo, solo una pequeña parte de los mismos contiene información útil acerca de él. Todos ellos reflejan, en primer lugar, la fe de los cristianos de la época, y solo secundariamente revelan información biográfica sobre Jesús.
Los principales son:
Las Cartas de Pablo de Tarso: escritas, según la datación más probable, entre los años 50 y 60. Son los documentos más tempranos acerca de Jesús, pero la información biográfica que proporcionan es escasa.
Los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), incluidos por la Iglesia en el canon del Nuevo Testamento. En general, suelen datarse entre los años 70 y 90. Proporcionan gran cantidad de información, pero reflejan principalmente la fe de los primeros cristianos, y son documentos bastante tardíos.
El Evangelio de Juan, también incluido en el Nuevo Testamento. Fue escrito probablemente hacia 90-100. Suele considerarse menos fiable que los sinópticos, ya que presenta concepciones teológicas mucho más evolucionadas. Sin embargo, no puede excluirse que contenga tradiciones sobre el Jesús histórico bastante más antiguas.
Algunos de los llamados Evangelios apócrifos, no incluidos en el canon del Nuevo Testamento. Una gran parte de estos textos son documentos muy tardíos que no aportan información sobre el Jesús histórico. Sin embargo, algunos de ellos, cuya datación es bastante controvertida, podrían transmitir información sobre dichos o hechos de Jesús: entre aquellos a los que suele concederse una mayor credibilidad están el Evangelio de Tomás, el Evangelio Egerton, el Evangelio secreto de Marcos y el Evangelio de Pedro.
Las cartas de Pablo de Tarso
Los textos más antiguos conocidos relativos a Jesús de Nazaret son las cartas escritas por Pablo de Tarso, consideradas anteriores a los evangelios. Pablo no conoció personalmente a Jesús. Su conocimiento de él y de su mensaje, según sus propias afirmaciones, puede provenir de una doble fuente:69 por un lado, sostiene en sus escritos que se le apareció el propio Jesús resucitado para revelarle su evangelio, una revelación a la que Pablo concedía gran importancia (Gal 1, 11-12); por otro, también según su propio testimonio, mantuvo contactos con miembros de varias comunidades cristianas, entre ellos varios seguidores de Jesús. Conoció, según él mismo afirma en la Epístola a los Gálatas, a Pedro (Gal 2, 11-14), Juan (Gal 2, 9), y Santiago, al que se refiere como «hermano del Señor» (Gal 1, 18-19; 1 Cor 15, 7).
Aunque la tradición cristiana atribuye a Pablo catorce epístolas incluidas en el Nuevo Testamento, solo existe consenso entre los investigadores actuales en cuanto a la autenticidad de siete de ellas, que se datan generalmente entre los años 50 y 60 (Primera epístola a los tesalonicenses, Epístola a los filipenses, Epístola a los Gálatas, Primera epístola a los corintios, Segunda epístola a los corintios, Epístola a los romanos y Epístola a Filemón). Estas epístolas son cartas dirigidas por Pablo a comunidades cristianas de diferentes lugares del Imperio romano, o a individuos particulares. En ellas se tratan fundamentalmente aspectos doctrinales del cristianismo. Pablo se interesa sobre todo por el sentido sacrificial y redentor que según él tienen la muerte y resurrección de Jesús, y son escasas sus referencias a la vida de Jesús o al contenido de su predicación.70
Sin embargo, las epístolas paulinas sí proporcionan alguna información. En primer lugar, se afirma en ellas que Jesús nació «según la Ley» y que era del linaje de David, «según la carne» (Rom 1, 3), y que los destinatarios de su predicación eran los judíos circuncisos (Rom 15, 8). En segundo lugar, refiere ciertos detalles acerca de su muerte: indica que murió crucificado (2 Cor 13, 4), que fue sepultado y que resucitó al tercer día (1 Cor 15,3-8), y atribuye su muerte a los judíos (1 Tes 2, 14) y también a los «poderosos de este mundo» (1 Cor 2, 8). Además, la Primera epístola a los corintios contiene un relato de la Última Cena (1 Cor 11, 23-27), semejante al de los Evangelios sinópticos (Mt 26, 26-29; Mc 14, 22-25; Lc 22, 15-20).
Evangelios sinópticos
Los estudiosos están de acuerdo en que la principal fuente de información acerca de Jesús se encuentra en tres de los cuatro evangelios incluidos en el Nuevo Testamento, los llamados sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas, cuya redacción se sitúa generalmente entre los años 70 y 100.
El punto de vista dominante en la crítica actual es que los evangelios no fueron escritos por testigos personales de la actividad de Jesús. Se cree que fueron escritos en griego por autores que no tenían conocimiento directo del Jesús histórico. Algunos autores, sin embargo, continúan manteniendo el punto de vista tradicional sobre esta cuestión, que los atribuye a personajes citados en el Nuevo Testamento.71
Aunque no es aceptada por la totalidad de los críticos, las afinidades entre estos evangelios suelen ser explicadas por la llamada teoría de las dos fuentes, propuesta ya en 1838 por Ch. Weisse, y que fue luego significativamente matizada por B. H. Streeter en 1924. Según esta teoría, el evangelio más antiguo es Marcos (y no Mateo, como se creía anteriormente). Tanto Lucas como Mateo son posteriores, y utilizaron como fuente Marcos, lo que explica el material común entre los tres sinópticos, denominado «de triple tradición». Pero, además, existió una segunda fuente, a la que se dio el nombre de Q, que contenía casi exclusivamente palabras de Jesús, lo cual explica el llamado material de doble tradición, que se encuentra en Mateo y Lucas, pero no en Marcos (Q es hoy considerado un documento independiente, del que incluso existen ediciones críticas).72 Por último, tanto Lucas como Mateo contienen material propio, que no se encuentra en ninguna de las dos fuentes hipotéticas.
El grado de fiabilidad que se concede a los evangelios depende de los estudiosos. La opinión más extendida es que son principalmente textos apologéticos, es decir, de propaganda religiosa, cuya intención principal es difundir una imagen de Jesús acorde con la fe de las primitivas comunidades cristianas, pero que contienen, en mayor o menor medida, datos acerca del Jesús histórico. Se ha demostrado que contienen varios errores históricos y geográficos, numerosas incongruencias narrativas y abundantes elementos sobrenaturales que son sin duda expresiones de fe y de los que se discute si tienen o no un origen histórico. Sin embargo, sitúan a Jesús en un marco histórico verosímil, en general acorde con lo conocido mediante fuentes no cristianas, y esbozan una trayectoria biográfica bastante coherente.
La corriente de investigación llamada «historia de las formas», cuyos máximos representantes fueron Rudolf Bultmann y Martin Dibelius, se orientó sobre todo a estudiar la «prehistoria» literaria de los evangelios. Estos autores determinaron que los evangelios (incluido Q, considerado como un «protoevangelio») son compilaciones de unidades literarias menores, denominadas perícopas, que pertenecen a géneros literarios diferentes (narraciones de milagros, diálogos didácticos, enseñanzas éticas, etc.). Estas perícopas tienen su origen último en la tradición oral sobre Jesús, pero solo algunas de ellas se refieren a dichos y hechos verdaderos del Jesús histórico. Más adelante, otra escuela, denominada «historia de la redacción» (o crítica de la redacción), destacó el hecho de que, a la hora de compilar y unificar narrativamente el material de que disponían, los autores de los evangelios respondían a motivaciones teológicas.
Para datar los Evangelios sinópticos, un aspecto de particular importancia son las referencias a la destrucción del Templo de Jerusalén. Estudiando estas referencias, la mayoría de los autores coinciden en afirmar que los tres sinópticos, en su estado actual, son posteriores a la destrucción del templo (año 70), en tanto que Q es muy probablemente anterior.
Los autores de los evangelios responden a motivaciones teológicas concretas. En sus obras, intentan armonizar las tradiciones recibidas acerca del Jesús histórico con la fe de las comunidades a las que pertenecen.
Documento Q: la existencia de este protoevangelio, como se ha dicho antes, se ha inducido a partir de la investigación textual de las afinidades entre los sinópticos. En la actualidad, se ha avanzado mucho en la reconstrucción de este texto hipotético. Se considera que fue escrito en griego,73 que contenía principalmente dichos de Jesús, y que fue redactado, probablemente en Galilea74 en un momento anterior a la guerra judía, probablemente entre los años 40 y 60. En cuanto a su contenido, se han encontrado importantes paralelos entre Q y un evangelio apócrifo de difícil datación, el Evangelio de Tomás.
Evangelio de Marcos: fue escrito en griego, posiblemente en Siria, o tal vez en Roma, y se data generalmente en torno al año 70, por lo cual se trata del evangelio más antiguo que se conserva.67 Se considera básicamente una recopilación de materiales de tradición escrita y oral, entre los cuales destaca, por su unidad estructural, la narración de la Pasión, pero que incluyen también antologías de milagros, tradiciones apocalípticas (especialmente Mc 13) y disputas y diálogos escolares.
Evangelio de Mateo: fue escrito en griego, posiblemente en Siria, y es más tardío que Marcos, al que utiliza como fuente. Probablemente se redactó en los años 80 del siglo I. Combina como fuentes Q, Marcos, y otras, y su intención principal es destacar la figura de Jesús como plenitud de la Ley y los profetas del Antiguo Testamento, por lo cual utiliza abundantemente citas de las Escrituras judías. El texto de Mt 13, 44: 'El reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, vende todo lo que tiene y compra el campo aquél', cobra sentido en el marco de la propiedad de la tierra en Roma, que era, hacia arriba: 'ad astra', y hacia abajo: 'ad inferos', así, un tesoro hallado en un campo era propiedad del dueño del campo, por eso quien lo encuentra compra el campo para poder hacerse con el tesoro.
Evangelio de Lucas: es la primera parte de una obra unitaria cuya segunda parte es el texto conocido como Hechos de los Apóstoles, dedicada a narrar los orígenes del cristianismo. Al igual que Mateo, utiliza como fuentes Q y Marcos.
Evangelio de Juan
Generalmente se considera que el Evangelio de Juan es más tardío que los sinópticos (suele datarse en torno al año 100) y que la información que ofrece acerca del Jesús histórico es menos fiable. Muestra una teología más desarrollada, ya que presenta a Jesús como un ser preexistente, sustancialmente unido a Dios, enviado por él para salvar al género humano.75 Sin embargo, parece que su autor utilizó fuentes antiguas, en algunos casos independientes de los sinópticos, por ejemplo, en lo relativo a la relación entre Jesús y Juan el Bautista, y al proceso y ejecución de Jesús.76 Relata pocos milagros de Jesús (solo siete), para los que posiblemente utilizó como fuente un hipotético Evangelio de los Signos. En este evangelio son muy numerosas las escenas de la vida de Jesús que no tienen un paralelo en los sinópticos (entre ellas, algunas de las más conocidas, como las bodas de Caná o la resurrección de Lázaro de Betania).