miércoles, 27 de mayo de 2015

Pablo, Saulo de Tarso Parte 1

Nombre[editar]

Icono que representa a san Pablo, realizado por Andréi Rubliov hacia el año 1407. De 110 x 160 cm, se atesora en la Galería Tretiakov de Moscú.
El Apóstol se llamó a sí mismo Παῦλος (Paulos) en sus cartas escritas en griego koiné.11 Este nombre aparece también en la Segunda epístola de Pedro 3:15 y en los Hechos de los Apóstoles a partir de 13:9.12


Antes de ese versículo (Hechos 7:58; Hechos 8:1-3; Hechos 9:1, etc.), el libro de los Hechos lo llama con la forma griega Σαούλ (Saoul) o Σαῦλος (Saulos) (en hebreo: שָׁאוּל‎; en hebreo moderno Sha'ul, y en hebreo tiberiano Šāʼûl). El nombre, expresado en hebreo antiguo, equivaldría al del primer rey del Antiguo Israel (1Samuel 9:2; 1Samuel 10:1), un benjaminita igual que Pablo. Ese nombre significa «invocado», «llamado» o «pedido» (de Dios o de Yahveh).

También se utiliza su nombre Σαῦλος (Saulos) en los relatos de su «conversión» (Hechos 9:4; Hechos 9:17; Hechos 22:7; Hechos 22:13; Hechos 26:14). El libro de los Hechos de los Apóstoles señala además el paso de «Saulo» a «Pablo» (Hechos 13:9) al emplear la expresión «Σαυλος, ο και Παυλος», «Saulo, también [llamado] Pablo» o «Saulo, [conocido] también [por] Pablo», lo que no significa un cambio de nombre.13 En el judaísmo helenista, era relativamente frecuente portar un doble nombre: uno griego y otro hebreo.1 14 2

El nombre Paulos es la forma griega del conocido cognomen romano Paulus, utilizado por la gens Emilia.15 Solo se puede conjeturar respecto de la forma en que Pablo obtuvo este nombre romano. Es posible que tuviera relación con la ciudadanía romana (Hechos 16:39; Hechos 22:27-28; Hechos 25:10) que su familia poseía por habitar en Tarso.16 También es posible que algún antepasado de Pablo adoptara ese nombre por ser el de un romano que lo manumitió.17 Si bien paulus significa en latín ‘pequeño’ o ‘exiguo’, no se relaciona con su contextura física o con su carácter.18

Con todo, Pablo pudo dar otro significado al uso del nombre Paulos. Giorgio Agamben recuerda que cuando un señor romano dueño de esclavos compraba un nuevo siervo, le cambiaba el nombre como signo de su cambio de estado o de situación. Agamben señala ejemplos de ello: «Januarius qui et Asellus (Asnillo); Lucius qui et Porcellus (Cochinillo); Ildebrandus qui et Pecora (Ganado); Manlius qui et Longus (Largo); Aemilia Maura qui et Minima (La menor)».19 El nombre de la persona aparecía en primer lugar; el nuevo nombre se señalaba al final; ambos nombres se unían por la fórmula «qüi et», que significa ‘el cual también [se llama]’. En el libro Hechos de los Apóstoles aparece la frase: «Σαυλος, ο και Παυλος» (‘Saulo, también [llamado] Pablo’), donde «ο και» es el equivalente griego de la expresión latina «qüi et». Agamben propone que Saulo cambió su nombre por el de Pablo cuando mudó de estado, de libre a siervo/esclavo, siendo que se consideró servidor de Dios o de su Mesías.19 Siguiendo esa línea de pensamiento, Pablo se habría considerado un instrumento humano pequeño (paulus, ‘pequeño’; san Agustín de Hipona señala lo mismo en el Comm. in Psalm. 72,4: «Paulum […] minimum est»), de poco valor, escogido sin embargo por Dios, su Señor, para desempeñar una misión.19

Fuentes[editar]
Se conoce a Pablo de Tarso principalmente por dos tipos de documentación,20 21 que se pueden clasificar según su nivel de importancia:


Un folio del papiro \mathfrak{P}46, conteniendo el pasaje correspondiente a la Segunda epístola a los corintios 11:33–12:9. El folio presenta una laguna al pie. Se trata de un papiro de Categoría I según la clasificación de Kurt Aland y Barbara Aland.22 Fue datado de los años 175-225.
Sus cartas auténticas. Probablemente escritas todas en la década del año 50, son las siguientes (en un posible orden cronológico): Primera epístola a los tesalonicenses, Primera epístola a los corintios, Epístola a los gálatas, Epístola a Filemón, Epístola a los filipenses, Segunda epístola a los corintios y Epístola a los romanos. Se consideran la fuente más útil e interesante, por la sencilla razón de que provienen de él y, en consecuencia, son el más fiel reflejo de su personalidad humana, literaria y teológica.
Los Hechos de los Apóstoles. Particularmente a partir del capítulo 13 son, a los efectos prácticos, los hechos realizados por Pablo. Los Hechos transmiten un conjunto notable de informaciones sobre él, desde su «conversión» en el camino a Damasco hasta su llegada a Roma como prisionero. Tradicionalmente atribuidos a Lucas el Evangelista, su valoración historiográfica es sin embargo controvertida. No se pone en cuestión el cuadro biográfico general que muestra el libro de los Hechos, pero al confrontar de cerca este escrito con las cartas auténticas, aparecen ciertos matices o ausencias en el campo de los acontecimientos (por citar dos ejemplos, los Hechos no mencionan en absoluto las relaciones tormentosas de Pablo con la Iglesia de Corinto; las cartas auténticas de Pablo no suponen la existencia del llamado «decreto apostólico» señalado en Hechos 15:22-29, una concesión al judaísmo sobre la prohibición de determinados alimentos). También hay discordancias teológicas (por ejemplo, los Hechos pasan por alto la postura típicamente paulina de la justificación de la fe sin las obras de la ley, bien marcada por ejemplo, en la Epístola a los romanos).23 Sin embargo, Víctor M. Fernández hace notar la existencia de ciertos pasajes de los Hechos de los Apóstoles que marcan el estilo particular de cristianismo que Pablo predicaba: el Evangelio de la gracia de Dios (Hechos 20:24), que equivaldría al acento que Pablo ponía en la justificación por la gracia y no por las obras de la Ley.24
En el caso de contraste sobre temas comunes, se suele dar la preferencia a las cartas paulinas auténticas; por otra parte, se aceptan aquellos datos del libro de los Hechos que no son discordantes con las cartas.25
Existe otro tipo de obras, las llamadas «epístolas pseudoepigráficas o deuteropaulinas», que fueron escritas con el nombre de Pablo, quizá por algunos discípulos suyos después de su muerte. Incluyen la Segunda epístola a los tesalonicenses, la Epístola a los colosenses, Epístola a los efesios, y tres «cartas pastorales», la Primera y la Segunda epístola a Timoteo y la Epístola a Tito. Desde el siglo XIX, distintos autores han negado la paternidad paulina directa de estas cartas, atribuyéndolas a varias figuras de discípulos posteriores.26 Con todo, otros autores sostienen la autoría paulina de estas cartas, en particular de Colosenses, argumentando que las variaciones en el estilo y en la temática se pueden justificar por el cambio del marco histórico en que se escribieron.27 (Ver sección sobre las epístolas pseudoepigráficas).