lunes, 2 de marzo de 2015

La Vida de Jesucristo - Película completa

Repercusiones históricas de Jesús de Nazaret
Es abismal la diferencia entre la mínima repercusión histórica que la predicación de Jesús alcanzó durante su vida y su influencia posterior en la historia universal. El movimiento religioso iniciado por Jesús, escindido del judaísmo, terminó convirtiéndose en una nueva religión, el cristianismo, que fue ganando adeptos por todo el ámbito del Mediterráneo durante los primeros siglos de nuestra era. A pesar de ser duramente criticada, e incluso perseguida, durante el siglo IV la religión cristiana llegó a ser la religión principal (oficialmente la única a partir del Edicto de Tesalónica) del Imperio romano. La Iglesia cristiana alcanzó un enorme poder, y mantuvo su estructura fuertemente jerarquizada después de las invasiones bárbaras que marcaron el final del Imperio romano de Occidente. En Oriente, continuó siendo la religión oficial del Imperio bizantino hasta el final de este estado, a mediados del siglo XV, si bien en gran parte de los antiguos territorios orientales del Imperio romano se vio desplazada, a partir del siglo VII, por el avance del islam.

El cristianismo se incorporó a la herencia cultural de Europa, hasta el punto de ser considerado en la actualidad como uno de sus principales rasgos de identidad.171 172 Con la expansión de la cultura europea que comenzó en el siglo XV, esta religión se difundió por otros muchos lugares del mundo, especialmente por América, donde es hoy también la religión más importante. En la actualidad, la religión cristiana, en sus diferentes denominaciones, es la que cuenta con mayor número de seguidores en todo el mundo.


La historia de la Iglesia cristiana, tanto en Oriente como en Occidente, ha sido en gran medida la de la lucha entre diferentes concepciones del cristianismo, que desembocaron en varios cismas, con la consiguiente aparición de nuevas iglesias, por lo que en la actualidad no existe una sola, sino muy variadas confesiones cristianas. Todas estas variantes del cristianismo comparten, sin embargo, una visión de Jesús de Nazaret relativamente unitaria en lo esencial (véase más abajo la sección Jesús en el cristianismo).

El cristianismo, y especialmente la figura de Jesús de Nazaret, ha ejercido hasta la actualidad una enorme influencia en todos los aspectos de la cultura de Europa y de América (sobre algunos aspectos de la influencia de Jesús en la cultura, véanse las secciones Jesús en el arte, Jesús en la literatura, Jesús en el cine).

Jesús en el cristianismo
Artículo principal: Cristo
La figura de Jesús de Nazaret es el centro de todas las religiones denominadas cristianas, aunque existen diferentes interpretaciones acerca de su persona.173 En general, para los cristianos ortodoxos, Jesús de Nazaret es el protagonista de un acto único174 e intransferible, por el cual el hombre adquiere la posibilidad de elevarse por encima de su naturaleza caída y alcanzar la salvación.175 Dicho acto se consuma con la resurrección de Jesús de Nazaret. La resurrección es, por tanto, el hecho central del cristianismo y constituye su esperanza soteriológica. Como acto, es privativo de la divinidad e inasequible al hombre. De forma más precisa, la encarnación, la muerte y la resurrección compensan en tres actos sucesivos los tres obstáculos que separaban, según la doctrina cristiana, a Dios del hombre: la naturaleza,176 el pecado177 y la muerte.178 Por la encarnación del Verbo, la naturaleza divina se hace humana.179 Por la muerte de Cristo, se supera el pecado y por su resurrección, la muerte.180

Históricamente, el núcleo de la doctrina cristiana quedó fijado en el Concilio de Nicea, con la formulación del símbolo niceno. Este concilio es reconocido por las principales denominaciones cristianas: católicos, ortodoxos y las diferentes iglesias protestantes. El texto del credo niceno en lo referente a Jesús es el siguiente:

Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.
Existen, sin embargo, iglesias no trinitarias que no reconocieron la existencia de una Trinidad de personas en Dios (por ejemplo, el arrianismo, y posteriormente el unitarismo).

Jesús de Nazaret es también considerado la encarnación del Hijo, segunda persona o hipóstasis de la trinidad cristiana. Es Hijo por naturaleza y no por adopción, lo que quiere decir que su divinidad y su humanidad son inseparables. La relación entre la naturaleza divina y humana quedó fijada en el Concilio de Calcedonia en estos términos:

Siguiendo con unanimidad a los Santos Padres, nosotros enseñamos que se ha de confesar un solo y mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, perfecto en su divinidad y perfecto en su humanidad, verdadero Dios y verdadero hombre con alma racional y cuerpo; consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad; en todo semejante a nosotros menos en el pecado, nacido del Padre antes de todos los siglos según la divinidad, y en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, nacido de María, la Virgen (madre) de Dios, según la humanidad: uno y el mismo Cristo Señor Hijo Unigénito en dos naturalezas bien distintas, inmutables, indivisibles, inseparables; la diferencia de naturalezas en ningún modo es suprimida por la unión, más bien se conservan las propiedades de cada naturaleza y concuerdan en una persona y en un sujeto. No (está) dividido ni partido en dos personas, sino que uno y el mismo es Hijo único, Dios, Verbo, Jesús Señor, como desde el principio los profetas y el mismo Jesucristo nos enseñó y transmitió el símbolo de los padres. Tras haber sido reguladas totalmente por nosotros estas cosas, con toda exactitud y armonía, este Santo Sínodo ecuménico definió que a nadie se permita proferir otra fe ni escribirla, ni adaptarla, ni pensarla o enseñarla a otros.181